Imagen ilustrativaHace unos días las redes sociales digitales se hacían eco de una gran aglomeración de niñas, niños y adolescentes en las afueras del cine Huambo, de la ciudad de Guantánamo, ansiosos por la presentación de un cantante reguetonero, como parte de una actividad infantil programada, que ocasionó pérdidas económicas y materiales a la instalación cultural y al proyecto organizador del evento, así como daños físicos entre el público impaciente.
La mayor preocupación visible en los comentarios de publicaciones oficiales sobre el incidente fue por qué programar un concierto de reguetón para una actividad infantil, sin embargo, el análisis debe ser aún más profundo: ¿Desde casa nos preocupamos todos por regular lo que consumen niñas, niños y adolescentes de forma directa e indirecta? o ¿Con quién y a dónde van nuestros hijos?
¿Es permisible que niñas, niños y adolescentes perpetren una entidad estatal y alteren el orden y tranquilidad social? En imágenes proporcionadas por cámaras de seguridad del Huambo se observan niñas, niños y adolescentes interrumpiendo el tránsito en las vías públicas, abrirse camino con el uso de la fuerza hacia la entidad cultural arremetiendo unos contra otros y alentando a los que aún quedaban afuera al ultraje, otros adueñarse de taquillas y deteriorar la integridad del local. Lo cierto es que estos hechos constituyen un acto de indisciplina social grave por parte de ese grupo etario.
Ante el lamentable suceso la Dirección provincial de Cultura ejecutó de forma inmediata medidas radicales, que por sí solas no solucionan ni descubren las raíces del problema. Pues desde ahora se debe pensar más en qué transmitir desde la cultura a la infancia y la adolescencia, y en cómo fomentar espacios atractivos acordes con la formación integral que preconizamos para la sociedad en general.
La indisciplina es tan inadmisible como la inercia frente a ella. Actitudes de inacción pueden acarrear graves consecuencias en la vida futura de la sociedad guantanamera. El llamado no es al castigo sino a la disciplina que procura el modelo educativo cubano en la preparación de ciudadanos capaces de insertarse en la sociedad con normas, valores y principios afines con el actuar, responsablemente, en los contextos escuela-familia-comunidad.
De este suceso, del que tanto se ha hablado esta semana hay que analizar mucho más que los cristales rotos en el Huambo. Toca ahora tomar decisiones para evitar que hechos como estos se repitan. Hay que ocuparse y preocuparse porque cada infante o adolescente desarrolle correctos estilos de vida, en correspondencia con sus edades y eso, más que a profesionales de determinados perfiles, toca a las familias y también a cada una de las instituciones y organizaciones sociales, culturales y políticas de la sociedad.
En la provincia los infantes representan el 24.1 por ciento de la población, son 121 mil 506 individuos, según informe de la Oficina Nacional de Estadística e Información en 2022, una cifra nada despreciable, pues cada una de esas personas forman la nueva generación que guiará el futuro de la sociedad.