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acoso piropo

La mujer, lista para ir a su centro laboral, comenzó el trayecto por la calle, no imaginaba lo agotador que sería, no supondría esfuerzo físico sino mental, debido a los mal llamados “piropos” que un grupo de hombres le regalarían. “Titi que rica estás”, “Si te cojo… ay Dios”, “Mami todo ‘eso’ es tuyo”.

 

Continuó su camino cubriéndose el rostro con la sombrilla, pero uno de ellos tuvo el atrevimiento de quitar de enfrente el objeto para tapar el sol, quedó estupefacta ante tal acto y cuando volvió a respirar ya había dejado atrás a los que se ocultaban bajo la máscara del “cumplido”. Si bien es cierto que las mujeres cubanas tienen fama de hermosas, nada justifica estas prácticas que rozan el acoso y la vulgaridad.

 

Las insinuaciones, legitimadas y camufladas con galantería suponen otra expresión de violencia machista hacia las mujeres en nuestro país. Pueden citarse otros ejemplos como los que muestran sus genitales desde los arbustos, las imágenes que contienen desnudos, cuchicheos al oído o simplemente el sujeto que inicia un chat e insistentemente reclama atención. El acoso sexual está presente en nuestras calles, instituciones, y redes digitales.

 

Algunas personas no cuestionan dichas prácticas cotidianas, se asumen como conductas normales, no se conectan con las violencias machistas logrando la normalización del acoso, sin tener en cuenta las consecuencias negativas que tiene este fenómeno en las víctimas.

 

Otras personas no ven en él problema alguno, pues el piropo existe desde tiempos inmemoriales para resaltar las cualidades femeninas, sin embargo, hoy, en múltiples ocasiones, lejos de alagar a las féminas deviene violencia de género y manifestación de acoso.

 

Ahora bien, ¿Qué es el piropo?, es una expresión de admiración, halago o elogio que se dirige a una persona; en cambio el acoso callejero acarrea una forma de violencia que se ejerce hacia alguna persona desconocida y en la mayoría de los casos suele incomodarles o simplemente no querer escucharlo.

 

 

Las féminas optan por llevar audífonos para escuchar solo la música, cruzar la calle para evitar aglomeraciones masculinas o simplemente no desviar la mirada a ningún sitio. Casi imposible resulta liberarse de tales “elogios”, o de quienes incurren en estos actos: jóvenes y hasta hombres de la tercera edad.

 

En ocasiones revisamos si el vestido o blusa que llevamos es el “correcto” como si no pudiéramos vestir como nos plazca de acuerdo con ocasiones y lugares públicos. Lo correcto es aplicar las normas de cortesía si se quiere honrar la belleza femenina, pues deja mucho que desear una sociedad que rinde culto al atractivo físico, cuando en verdad el corazón de las personas vale más que el aspecto físico.