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¡Eso lo pinto yo!,  exclamó alguien  en la galería aquel  domingo en la tarde, ya casi al finalizar el 2024, al entrar a  la exposición Viaje Perpetuo II,  de Alberto Lescay Merencio,  muestra que  desde  el 17 de diciembre y hasta el próximo mes de marzo está abierta al público en la sala La Celosía, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba en Guantánamo.

Casi siempre el arte provoca ese tipo de sensación. Es motivador, genera deseos y nos hace sentir en capacidad de hacer lo que se percibe.

Por ejemplo, creemos que todos sabemos cantar, aunque seamos desafinados,  y suele pasar porque se hace una valoración a priori del contexto en el que estamos. En el caso que nos ocupa, simplemente miramos, pero no  observamos bien lo que tenemos delante.

Por cierto, una de las características del arte es la polisemia, una obra puede tener varias lecturas e interpretaciones, ninguna igual a la otra.

Motivado por la exclamación del visitante, trataré, como hice ese día con él, de dar unas pautas  para comprender lo que se aprecia por estos días en La Celosía, espacio no sólo para el esparcimiento, sino también para elevar el conocimiento cultural, y en este caso, también el histórico.

En la medida que se conozca al creador, en mejores condiciones se estará para apreciar y entender el contenido de su obra, por tanto, sugiero hablar un instante  de  Alberto Lescay Merecio y luego de su muestra.

Lescay, escultor, dibujante y pintor, nacido en Santiago de Cuba en 1950, es el presidente  de la fundación Caguayo y entre muchos reconocimientos ostenta en su currículum el Premio Nacional de Artes Plásticas 2021.

Obra emblemática de su autoría es la escultura de Antonio Maceo a caballo en la Plaza de la Revolución de igual nombre en la provincia hermana.

Viaje Perpetuo II,  exposición integrada por pinturas, escultura y un objeto museable, tiene gran carga sentimental para el artista visual, pues la dedica  a  su abuelo mambí Jaime Merencio, nacido en Baracoa y a quien su padre una mañana de 1895 despertó y lo llevo a luchar por la libertad  de Cuba junto al Ejército Libertador.

El machete que está en el centro de la sala expositiva perteneciente al abuelo Jaime,  acompaña al artista visual  desde que era niño y suma más valor a la motivación  de la puesta que anteriormente fue presentada en el Memorial José  Martí, en La Habana,  el 20 de julio de 2018,  a propósito  de los  50 años de su vida artística.

La muestra, que fue adaptada para exhibirla en La Celosía por las dimensiones y temas logísticos, desde el punto de vista conceptual hace un recorrido  por hechos que particularizaron la historia de Cuba. Desde la visión del autor es un regreso a sus raíces, una inspiración patriótica e identitaria.

Integran la exposición lienzos dedicados a Fidel,  pintados en los Estados Unidos en los días de su fallecimiento. Otros alegóricos a los mambises, la manigua,  a la caída de Frank País, una escultura a Rosa La Bayamesa y un retrato  de su abuelo Jaime que,  desde códigos simbólicos,  indican la peculiar característica de esta exposición en la que se reconocen variadas formas de hacer.

La curaduría,  reúne al grupo de obras que se imponen desde la museografía, los niveles  de atracción del gran formato junto a las esculturas que giran en torno al centro,  donde se  exhibe el machete de Jaime como un símbolo,  acompañado  por un texto que da vigor a los contenidos expuestos.  Hacen de las firmas un enjambre desde lo expresivo y resumen la maestría alcanzada por el autor.

En las pinturas, se observa total desenfado y soltura de la mano creando en ocasiones atmósferas caóticas. Une sin ningún estigma la figuración con lo abstracto, la neofiguración y el expresionismo,  todo eso en composiciones que,  si bien  provocan  inusitados despliegues  visuales,  hay en ellas una perspectiva impuesta por la escala, la textura visual  y el dibujo, que son componentes esenciales para lograr dentro de ellas símbolos que refieren  turbulencias, que en ocasiones  abruman, dan vértigo y desequilibrio. Algo como eso sentiría un mambí al fragor del combate.

Madre tierra y el David, el retrato de mi Abuelo (escultura) junto al busto de Rosa La Bayamesa, hacen de la muestra puntos notables de la fertilidad creativa del autor.

Más allá  de lo anecdótico  y todos los presupuestos técnicos y estéticos  que desde la palabra pudiéramos ofrecer,  estamos frente a una exposición, primera del autor en el territorio, que marca  un antes y un después en La  Celosía  y que, conociendo el contenido de las muestras y motivación del autor, el visitante singular que dio pie a este texto,  llegó a una conclusión asegurando: ¡no, eso no lo pinto yo!