Imprimir

bandera cubana ondeando 1020x642Generalmente, quienes adversan el sistema político cubano, lo descalifican y repiten hasta el cansancio: “No hay democracia en Cuba”, y a renglón seguido sostienen “¿Cómo puede haberla con un solo Partido?”. Habría que responderles desde la verdad, la historia y la legalidad.

¿Quién dijo que democracia significa pluripartidismo?

Ese es uno de los conceptos más arraigados de la civilización moderna, diría que el más universal nos los dejó Abraham Lincoln en 1861, en la Proclamación de Gettysburg: Gobierno del Pueblo. Podríamos agregar: por el pueblo y para el pueblo.

El pluripartidismo es, con todo respeto para la mayoría de las sociedades contemporáneas que lo consideran garantía de la democracia, una fragmentación de las fuerzas políticas de la nación, con un fin supremo: disputar el poder. Es así    cómo la vocación de servicio en favor de las mayorías queda relegada y ellas mismas no llegan a las candidaturas.

En los modelos que se dicen democráticos, suele ganar quien invierta “con más eficiencia” los millonarios montos recaudados en campañas desiguales, quien compre más espacio en el concierto mediático, quien más lodo vierta sobre sus rivales, quien más promesas haga. A veces se llegaba a niveles de gran confrontación, de un lenguaje duro de insultos.

Lo primero que hicieron en Cuba los ocupantes norteamericanos en 1898 fue liquidar las instituciones democráticas creadas por los patriotas cubanos: el Gobierno de la República en Armas, el Ejército Libertador y el Partido Revolucionario Cubano, garantía de la unidad necesaria y cimiento del sistema democrático que se soñaba construir.

En la Isla hubo momentos de 1933 a 1952 de hasta 15 Partidos: Comunista, Centrista Nacional, Socialista Democrático, Acción Republicana, Liberal, Conservador, Revolucionario Auténtico, Ortodoxo... todos debilitados, y solo formando alianzas podían aspirar al triunfo. ¿Qué resolvieron?

Todos los caminos conducían a la bancarrota de la democracia representativa burguesa. El fraude y la corrupción político-administrativa eran la práctica del sistema imperante. ¿Qué República era aquella, donde hasta los muertos votaban, las urnas eran robadas y las boletas viajaban de colegio en colegio? ¿Será esto democracia? Este es el modelo que nos quieren imponer, son estos los cambios y reformas que proponen; esa de pasquines, promesas, demagogia, no volverán.

La Revolución Cubana rescató la democracia, sacando a los politiqueros de aquella “política”. Ya en fecha tan temprana como el 7 de febrero de 1959, el Gobierno Revolucionario dictó la Ley Fundamental, que habría de guiar los destinos del país, ya atemperada al escenario de las profundas trasformaciones económicas, políticas y sociales que suscitaba la Revolución, para encauzar el ordenamiento jurídico del país.

De ahí nació la primera Constitución Socialista del 24 de febrero de 1976, del voto y la aceptación mayoritaria de la ciudadanía al papel dirigente del Partido.

El Sistema Electoral Cubano tiene un fundamento raigal en la Constitución de la República en sus artículos del 204 al 216 y amparado por la vigente Ley número 127, de 13 de julio de 2019, Ley Electoral, norma de amplias garantías que otorga el derecho a cualquier ciudadano cubano mayor de 16 años a elegir y ser elegido hasta para ocupar los más altos cargos del Estado, quedando así despojada y descontaminada la ley de campañas de publicidad, superando con creces en su texto las limitaciones que tienen los modelos tradicionales para favorecer el acceso del pueblo al poder, que es el soberano.

Para ello elige o designa a los integrantes de los órganos electorales, su constitución, atribución y funcionamiento.

La democracia cubana, genuina, auténtica -no importada- fruto de nuestra propia historia y experiencias, encontró en la Constituyente de Guáimaro el 10 de abril de 1869, la clarinada, y en la figura de Carlos Manuel de Céspedes a su Primer presidente, elementos que marcan los derroteros hasta hoy.

Su esencia radica en que el nuestro no termina con la etapa electoral, sino que desarrolla efectiva y genuinamente la participación ciudadana en el sistema de Gobierno, en el entendido de que participar es elegir, opinar, disentir, es ser parte, tener acceso a espacios de poder.

La experiencia cubana fortalece ese vínculo representante-ciudadano cuando somete a Consulta Popular las grandes decisiones del país y estimula el derecho de cada elector con capacidad legal para intervenir en la dirección del Estado, bien directamente o por intermedio de sus representantes elegidos. Sin estas esencias, la democracia estaría vacía de contenido.

No es una obra terminada, es un proceso en construcción que se perfecciona hacia formas más efectivas de participación. Una verdad sí debe ser dicha, la fuerza de la unidad es el arma fundamental de todas nuestras victoriosas batallas, tenemos infinitas pruebas de esa verdad. Cada vez que falló la unidad en nuestras luchas fracasamos, cada vez que la logramos vencimos.

(Continuará)