Árbol impactado por el rayo, con sus 100 millones de voltios, en la avenida Camilo Cienfuegos el pasado domingo.Un inesperado estruendo, explosión repentina, sacudió la plomiza tarde del domingo 29 de junio, en las cercanías de la avenida Camilo Cienfuegos y Pedro A. Pérez, en la ciudad de Guantánamo, cuando muchos se entregaban a placentera siesta o disfrutaban del impass que el aire de lluvia imponía al sofocante calor. Unos y otros saltaron horrorizados y hasta no pocos se persignaron para conjurar el golpe de la Naturaleza.
Una potente fulguración burló los pararrayos del perímetro y rajó de manera fulminante uno de los árboles que dan sombra al espacio citadino, el cual, por suerte, la amenaza de lluvia se había encargado de desalojar. Las paredes de inmuebles circundantes retumbaron y los vecinos, tan alarmados como aterrados, fueron testigos el poder destructivo de la descarga.
Ningún alerta mejor para los citadinos y por extensión a todos los guantanameros, entes sordos a los spot preventivos que por estos días en la TV nacional reiteran que cada año en la Isla mueren entre 40 y 90 personas víctimas de las poderosas fulguraciones. Empero, es nula, o casi nula la percepción de riesgo.
Un estudio del Máster en Ciencias Evelio Alberto García Valdés, citado por el colega Orfilio Peláez, en el periódico Granma (21-6-25), asegura que entre 1987 y 2023 los rayos mataron 1892 cubanos, 51,13 como promedio anual.
Las buenas prácticas para ponerse a salvo cuando estas tormentas dicen presente, aconsejan impedir que los niños y adolecentes jueguen y se bañen descalzos y a la intemperie durante el aguacero; debe buscarse cobija inmediata en el interior de una instalación techada y alejarse de puertas, ventanas, así como de elementos eléctricos como tuberías y cables metálicos.
Es aconsejable también alejarse de cercas metálicas, correr con ropa mojada (crea turbulencia en el aíre que atrae la descarga), no usar el teléfono, ni escampar debajo de un árbol, lo cual hubiera sido irreversiblemente fatal en el evento de la Avenida y Pedro A. Pérez, el domingo pasado.
Muchos inconsciente e ignorantes disfrutan en manera particular cuando en la playa comienza a llover por que el agua se entibia –aseguran- pero si truena pueden terminar carbonizados. Lo aconsejable es salir de inmediato de la mar, piscina, presa o río y poner distancia entre las personas.
Si por el contrario la tormenta sorprende dentro de un vehículo, lo procedente es mantenerse allí, encerrado, aislados del suelo por los neumáticos y del exterior por los cristales y la carrocería que los protege por el efecto conocido como Jaula de Faraday.
La alerta vino en esta ocasión vestida de rayo y permite, de paso, aplaudir a los trabajadores de Comunales, quienes con toda celeridad, talaron, desmocharon, cargaron y borraron todo vestigio del daño causado por la Naturaleza al entorno citadino.