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ayuda huracan melissaEl gobierno de Estados Unidos tiene ante sí otra excepcional oportunidad para corregir su política hostil respecto a Cuba: lo ideal fuera el levantamiento definitivo del bloqueo económico, comercial y financiero, pero en estos momentos complejos basta con que otorgue permisos ejecutivos para facilitar el acceso a recursos.

La actuación más justa demandaría de la aprobación legislativa, comoquiera que el bloqueo constituye un entramado (i)legal que rebasa las facultades de la Casa Blanca, pero desde el despacho oval pueden adoptar licencias especiales con las cuales favorecer la gestión comercial y financiera de la Isla, si tuvieran voluntad para ayudar.

En vez de dedicarse a cuestionar el destino de los recursos donados desde el exterior para los damnificados, la actual Administración estadounidense podría sumarse a quienes en el mundo están acopiando y enviando insumos para paliar las tensiones generadas en el oriente del país por el huracán Melissa.

Después de mucha algarabía mediática, Washington anunció el ofrecimiento de tres millones de dólares a través de la iglesia católica, una cantidad que se agradece, aunque resulta incomparablemente menor que la invertida para intentar subvertir el orden constitucional cubano.

Tampoco esa suma compensa los muros que el bloqueo impone a decenas de miles de cubanos radicados en el país norteño que desearían contar con canales expeditos para enviar ayuda a sus compatriotas afectados por Melissa.

Dueño de poderosas flotas aéreas y marítimas, Washington está en las mejores condiciones posibles para promover una campaña de recogida y traslado de recursos para los damnificados del ciclón.

Sería una acción humanitaria y humanista, si el único fin fuera ayudar a las víctimas, al proveerlas de necesarios insumos, muchos de los cuales resultan negados al pueblo cubano por el propio cerco económico, comercial y financiero.

Existen muchos movimientos de solidaridad con Cuba intensificando campañas para movilizar ropas, zapatos, medicinas, alimentos duraderos, productos de aseo y limpieza, dinero y materiales de la construcción, entre otros, que también agradecerían la disponibilidad de accesos libres para colocarlos a la mayor brevedad posible en manos de los necesitados.

Aun con las tenazas del bloqueo en el cuello, apretadas salvajemente por el tándem Trump-Rubio, Cuba ha demostrado en estas duras jornadas una grandeza mayor que el pedazo de geografía que la naturaleza le asignó.

Washington sabe, aunque se lo trague por orgullo imperial, que Cuba más tarde o más temprano se resarcirá de los perjuicios ocasionados por este fenómeno con músculos de monstruo y nombre de mujer.

El bloqueo retrasará la recuperación. Es una verdad que nadie niega, ni ellos ni nosotros, pero igualmente en ambos extremos del estrecho de la Florida hay consciencia de que Cuba es indomable y fiel a su rumbo, por muchos muros que traten de torcerlo.

Estados Unidos debió aprender hace unas cuantas décadas esa lección y sigue suspendiéndola. Tiene otra vez el mismo examen delante y con la misma pregunta. ¿O será que la capacidad de resiliencia de Cuba para salvarse a sí misma sin pedir más que respeto por los suyos mantiene noqueado al imperio, incapaz de admitir la existencia de pueblos que no abdiquen ante sus designios?

Tomado de Cubasi