Luis se vio obligado a salir de casa, y nada más el pensar que tenía que dejar el hogar por solo un rato, hizo que al anciano de 85 años los nervios le “atacaran”; la desesperanza, la agitación y el miedo se apoderaron de él. Se preguntaba una y otra vez: si su presión arterial estaba estable y si no padecía de otras enfermedades, por qué tenía esos malestares.
Los médicos le explicaron que todos esos síntomas estaban dados por el aislamiento social al que había estaba sometido durante largo período de tiempo (y que debía mantener aún), especialmente porque él acostumbraba salir de la vivienda todos los días para, además de dar un paseo, buscar el sustento de la familia, asistir a los encuentros con sus hermanos de Logia, caminatas…, y hasta de vez en cuando arreglar la contabilidad de alguna entidad que pidiera su colaboración.
Al respecto, la MSc. Gladys Ivette Maynard Bermúdez explicó que, en ese caso, se trata del denominado síndrome de la cabaña, el cual aparece cuando las personas permanecen encerradas por 50 o más días, y al retomar la vida cotidiana -tras un retiro prolongado como el que vive el mundo con el nuevo coronavirus o verse obligado a salir del hogar antes de tiempo- les resulta difícil, por lo que prefieren quedarse en casa por temor a perder la seguridad.
La especialista en Psicología explica que “ese síndrome se conoce también como fiebre de la cabaña. Se trata de la reacción de agitación, inquietud, desesperanza, dificultades en la concentración, e incluso ira, ante la imposición externa de estar enclaustrado en un espacio sin libertad de movimiento.
“Se comenzó a hablar del síndrome la cabaña en los primeros años del siglo XX, pues lo padecieron buscadores de oro en Estados Unidos, quienes pasaban mucho tiempo viviendo en cabañas para trabajar, y el aislamiento les producía desconfianza y negativa de volver a la civilización”.
Maynard Bermúdez asegura que “no se trata de un trastorno psicológico, sino de la consecuencia de estar mucho tiempo encerrado, en los limitados espacios de la vivienda. En el caso de Cuba, la pandemia del SARS Cov-2, impuso, sobre todo, a las personas de la tercera edad un estricto encierro social, lo cual les ha ocasionado reacciones emocionales, como las que sintió Luis, quien no tuvo otra opción que salir antes de concluida la cuarentena.
De igual manera, Bermúdez recomienda que “para poder convivir con esos síntomas es importante, primero, tener claro que aún, independientemente de que el país tiene bajo control al nuevo coronavirus, el riesgo epidemiológico está latente, por lo que hay que mantener el distanciamiento social, el lavado de las manos y el uso de mascarillas (entre otras), para proporcionar cierta sensación de seguridad.
Por otro lado, ante la ansiedad u otros malestares, es necesario pedir ayuda psicológica, realizar ejercicios respiratorios… y cuando cese la cuarentena por completo, las salidas deben ser graduales, de manera que cada individuo pueda disfrutar de los espacios al aire libre, del sol… y, por qué no, interactuar con otras personas, pero siempre protegidos y guardando la distancia social.