istockphoto 1378740896 612x612¡Hola, amigos de Contigo! ¿Sabían que detrás del símbolo más icónico de París, la majestuosa Torre Eiffel, se esconde un pedacito de Cuba?

Sí, aunque hoy La Dama de Hierro sea sinónimo de Francia, su construcción guarda un secreto poco conocido: la mano maestra de un talentoso arquitecto cubano, Guillermo Pérez Dressler, cuyo nombre la historia olvidó demasiado pronto.

Hoy, mientras miles de turistas ha cen fila a diario para admirar la torre, vale la pena recordar que su grandeza no es solo obra de Gustave Eiffel.

¿Cómo llegó un joven de Guanabacoa a ser clave en ese monumento? Les contamos…

El sueño de un genio Guillermo Pérez Dressler nació en 1860, en la pintoresca villa de Guanabacoa.

Hijo de un cubano-español y una madre de ascendencia escocesa, desde niño mostró un talento excepcional para el dibujo y la arqui tectura. Tras la muerte de su padre su familia quedó en la ruina, y el joven Guillermo tuvo que trabajar como aprendiz en una farmacia.

Pero el destino tenía otros planes: un profesor, convencido de su potencial, le consiguió una beca para estudiar en La Sorbona, la universidad más prestigiosa de París. Con solo 16 años, Guillermo cruzó el océano, adoptó el nombre de Guillaume Dressler, y se sumergió en la vida parisina.

Se graduó con honores y pronto destacó en importantes proyectos (la reconstrucción del puente Peronet y el diseño de la catedral de Bersy. Su reputación creció tanto que, incluso, lo contrató la familia real de Baviera para construir la tumba del rey Ludwig II.

El encuentro que lo cambió todo En 1887, Dressler conoció a Gustave Eiffel, quien buscaba un asistente para su proyecto más ambicioso: una torre de hierro que sería la estrella de la Exposición Universal de 1889.

La química entre ambos fue inmediata, y Eiffel, im presionado por el talento del cubano, no solo lo nombró su mano derecha, sino que le permitió rediseñar partes clave de la estructura.

Aquí viene un dato curioso: Eiff el sufría de vértigo y jamás subió más allá del primer piso de su propia torre. Fue Dressler quien supervisó día a día la construcción, escalando hasta la cima para asegurar que cada detalle fuera perfecto. Incluso, se dice que diseñó una cuarta parte de la torre, aunque ese aporte nunca se le recono ció públicamente.

El héroe olvidado

El 31 de marzo de 1889, la Torre Eiff el se inauguró ante el mundo. Mientras Eiff el posaba para la prensa en la base, fue Dressler quien guió a los periodistas hasta la cumbre, mostrando con orgullo el resultado de años de trabajo.

Pero su gloria duró poco. Meses después, lo contrató la reina Victoria de Inglaterra para construir el Victoria and Albert Museum. Dressler partió rumbo a Londres, pero su barco, el HMS Forepina, naufragó en el estrecho de Dover.

Su cuerpo nunca fue encontrado. Con su muerte, su legado se desvaneció. Eiffel, ya consagrado como genio, quedó como el único artífice de la torre, y el nombre de Dressler cayó en el olvido.

Hoy, pocos saben que sin aquel joven cubano, La Dama de Hierro tal vez no sería la maravilla que conocemos. La próxima vez que vean una foto de la Torre Eiffel, recuerden: en sus entrañas de hierro late también un poco de Cuba.

Dressler no solo fue un arquitecto brillante, sino un ejemplo de cómo el talento puede cruzar fronteras…, aunque la historia no siempre le haga justicia.

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