guidy 12Guidaisy fue de las primeras graduadas de la carrera de instructores de arte, como parte de la Batalla de Ideas.Su carisma contagia. Siempre entusiasta, al lado de sus estudiantes, en la escuela o en la compañía de teatro infantil La Colmenita de Guantánamo, Guidaisy Sariol Ramírez parece imparable. Se le ve armando coros, ensayando con colegas, e incluso, en los medios de comunicación. No es de extrañar que, por sus méritos, fuese reconocida este año como la mejor instructora de su sector: Educación.

Pero Guidy, como le dicen sus más allegados, es muy modesta para regocijarse con el lauro, prefiere compartirlo con todos los que la han acompañado en estos años al servicio de la enseñanza de la música. No ha sido un trayecto fácil, pero ahí ha estado la clave de su crecimiento, en la capacidad de ella para continuar su obra: instruir con amor.

De doctora a instructora

Dice Guidy que nunca imaginó ser instructora de arte, de hecho, desconocía la profesión. Su carrera desde pequeña siempre fue ser doctora.

“Mi familia me decía que tenía la sensibilidad para eso, siempre andaba ayudando a las personas y no me asustaba la sangre ni las heridas. De no ser doctora, sería abogada, porque se me daba bien defender a mis compañeros y a mí misma cuando estábamos en problemas.

“Fue en noveno grado que supe de la existencia de la carrera, nuestro Comandante en Jefe Fidel Castro hizo el llamado a esa formación, y como yo siempre canté en coros de la escuela, sentí que el arte podría ser mi futuro. También tuve profesores que me enamoraron de esa especialidad, en Educación Artística. Cuando lanzaron la convocatoria casi todos los que estábamos en el coro fuimos a hacer la prueba, y aprobé. Así llegué a ser instructora de Música.

“Ya en el estudio de la carrera comprendí que ese era mi mundo, todo gracias a mi claustro de maestros, la mayoría referentes en la vanguardia artística guantanamera y de otras provincias. Mis profesores me demostraron cuánto se puede hacer cuando uno quiere y pone empeño, pues aunque creí no poder con asignaturas como solfeo, gracias a personas como Axinia Maturel y Adalberto Subirot logré superarme.

“Y te digo, aún el ejemplo de esos maestros me inspira, los de ayer y los de hoy, como Conrado Monier, Xiomara Solís, Consuelo Duporté…, todos están en mi corazón, y en su momento me gustaría darles las gracias por lo que me enseñaron. Todos los maestros dejan una huella imborrable en uno.

“Yo soy una persona muy sensible, por eso aprecio a todo aquel que dedica su tiempo a ayudarme. Esas relaciones han sido la clave de mis triunfos en la carrera y como profesional. Recuerdo que me inicié como asesora de Educación Artística, en la Dirección municipal de Educación y, claro, le tuve un poco de miedo a esa tarea, pero también allí conté con una guía: Paula Porchet del Toro, una mujer maravillosa, que no está físicamente ya, pero me enseñó que no hay imposibles si hay voluntad y creatividad, la cultura del detalle se la debo a ella”.

La pasión por los coros

Desde su formación, Guidaisy ha sentido gran atracción por los coros, por eso, cuando a su grupo le dijeron que les correspondería hacer prácticas de canto coral, el sentimiento de felicidad casi la hizo saltar de alegría en público.

“Porque realmente tuve una formación en coros y eso me encanta muchísimo, y todo el que me conoce sabe que mi pasión mayor es el cantoral, sobre todo, con niños, y no es fácil porque no solamente se trata de cantar, sino de crear lazos de hermandad y respeto entre sus integrantes, solidaridad.

“No hay sensación más excelsa que escuchar en armonía esas voces pulidas tras varios ensayos. Se me eriza la piel, a veces digo en broma que es como si estuviese ‘montá’ yo con el muerto del músico (aludiendo a alguna ceremonia mágico-religiosa).

“Llevo 20 años de experiencia, y cada día comprendo más que ha valido la pena. Desde que comencé en la Escuela Primaria Augusto César Sandino, donde fui alumna también y luego estuve 19 años trabajando como instructora de arte, creé diferentes formatos y el coro no podía faltar, incluso, grabé un programa con el telecentro Solvisión, en 2005.

“Integré, además, el octeto Nubes, un grupo con graduadas de la primera y la segunda graduación de instructoras de arte, con las que viví hermosas experiencias. Hacíamos un trabajo exquisito vocal a cuatro voces, con la ayuda de los maestros Antonia Luisa Cabal y Conrado Monier, siempre listos para dar la crítica oportuna que nos ayudase a ser mejores.

“También estuve en el coro de la Brigada José Martí, allí gesté el dúo llamado Brisa, también trabajando las voces porque, repito, me gusta muchísimo, y ejemplo de eso fue el grupo Alas, bajo la dirección de Lachi Pop, un maravilloso instructor, con el que hicimos hermosos arreglos musicales”.

El sueño de La Colmenita

La Colmenita de Guantánamo es una de las mayores alegrías de la instructora.Guidy es una mujer imparable, soñadora, de esas que apuestan todo por la cultura cubana y la espiritualidad del pueblo, por eso, no es de extrañar verla desdoblarse entre el trabajo artístico y la educación, en ambos ve su realización personal y profesional.

Ejemplo de esa simbiosis es su quehacer como integrante de la compañía de teatro infantil La Colmenita Guantánamo.

“Siempre quise estar en un proyecto en el que se unieran todas las manifestaciones artísticas, pero nunca me imaginé que tocaría a mi puerta la propuesta de pertenecer a La Colmenita.

“En 2011, estando en la escuela, recibo una llamada del Centro provincial de Casas de Cultura para una reunión, en la que se me preguntó si estaba dispuesta a formar parte del equipo de trabajo de una compañía de teatro infantil parecida a La Colmenita de La Habana y, de inmediato, dije que sí.

“Recuerdo que en mi mente y en mi corazón, en ese momento estaban despertando tantas ideas, que solo atiné a pensar para mis adentros: ¡Gracias, Dios mío, por esta oportunidad! Al otro día llegó el equipo capitalino para prepararnos, y ahí nos enamoramos más de lo que haríamos.

“Una semana duró aquel encuentro con productores y actrices de La Habana, luego vino el momento de hacer la matrícula, y todo fluyó tan espontáneamente que nunca voy a olvidar a ese primer maravilloso grupo, aunque como buena maestra nunca me olvido de ningún alumno mío, aun cuando han pasado 20 años y varias generaciones.

“Hoy, La ‘Colmena’ tiene 14 años, y todo el mundo siente orgullo de haber estado con nosotros, de cuando enseñamos bajo la dirección de Xiomara Solís, que fue la que me llamó a la escuela para esta encomienda en 2011, y ha sido un honor, además de un reto todos los días.

“Como compañía somos una escuela, que no produce la miel, pero como la miel tratamos de sanar el alma de las personas. A veces se confunde el proyecto por su esencia artística, pero realmente nosotros no necesitamos niños y niñas artistas, sino con deseos de jugar, aprender y ser útil a la familia y la sociedad. Aquí se aprende a ser dichoso, buenas personas, respetuosos, con ideas claras para saber expresarse, y el aprendizaje es mutuo.

“Y es que los niños tienen mucho que enseñarnos a nosotros los adultos. Por eso, sueño con seguir desarrollando todas mis habilidades dentro del proyecto, y ojalá pudiese en la provincia haber más iniciativas como estas, con el objetivo de formar hombres y mujeres de bien que ‘polinicen’ las almas de las personas para crear un mundo mejor. Yo, por mi parte, siempre estaré dispuesta a apoyar esas ideas, con mi arte, esa es la tarea fundamental del instructor: sembrar amor”.

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