Abdiel Arias ChacónAbdiel Arias Chacón se ha descubierto a sí mismo a través de la música. Sus manos sobre la guitarra, sus ojos cerrados con pasión y su voz llena de emociones revelan un artista que vive cada nota.

A los 13 años comenzó a incursionar en el mundo de la trova. Su formación autodidacta, junto a un taller de poesía y música impartido en su natal Contramaestre, lo llevarían a convertirse, hoy, en un joven compositor apasionado por la trova y participante en la más reciente edición de la Jornada de la Canción Política.

"Era el único niño en el taller, junto a una muchacha que era poeta. Yo también intenté escribir, pero cuando agarré la guitarra, los trovadores mayores me animaban: 'Dale, sigue por la trova'. Y así, poco a poco, sin darme cuenta, me fui enamorando de este arte, de sus letras, de su manera de contar la vida.

"Esos trovadores que me impulsaron terminaron llevándome a tocar frente a otros públicos, como en Bayamo. Así fui ganando experiencia, e inevitablemente, le agarré cariño. Creo que es porque siempre me encontré con las personas y los lugares adecuados", comparte.

Esa trayectoria de encuentros fortuitos y mentores clave lo llevó, casi sin planearlo, a crear su propia obra. Cada presentación ante nuevos públicos, cada melodía compartida, fue dándole las herramientas para transformar sus emociones en composiciones.

"Tengo varias canciones escritas a lo largo de estos últimos cinco años, pero de las que realmente canto tengo unas 25. Mi proceso creativo es como un caos organizado", confiesa entre risas.

"Tengo tres clases de canciones: las que nacen de cosas que me pasan, como si la vida me diera material listo; otras que surgen de una sola frase o imagen, y a partir de ahí invento todo un mundo; y están las que 'bajan' así, como regaladas.

"Hay quien separa letra y melodía, pero yo no puedo. Agarro la guitarra, suelto una frase, y luego vuelvo al principio, como tejiendo verso a verso, hasta que la canción entera cobra vida".

Así, toda obra que crea se convierte en su medio de expresión más sincero. "Una de mis mejores canciones se llama Abdala. Esto es una reinterpretación de cómo sería el Abdala de José Martí en estos momentos. Hoy, el joven del que hablaba el Apóstol estaría lleno de preguntas. Al menos así lo considero.

"Mi canción misma convierte a Abdala en una gran interrogante. Los jóvenes nos preguntamos, nos cuestionamos qué es la Patria para nosotros porque hay tanta información, tantas realidades distintas, tantas versiones de la verdad que al final te confunden. Un Abdala de ahora no tendría certezas, tendría dudas, y eso no le resta valor.

Canción al Charly, por otro lado, habla de una realidad social que muchos prefieren ignorar: el olvido de lo más básico de nuestra humanidad. "Cuando una situación se vuelve tan compleja y cotidiana, el peligro es que perdamos la sensibilidad, que dejemos de verlo. Ahí es donde necesito moverme, expresarme. Todas mis canciones son preguntas, y esta en particular es un grito para comunicar esas preguntas incómodas", admite.

De la mano de la trova, Abdiel tiene otra pasión que lo mueve: la programación. "Empecé en sexto grado gracias a un tío mío. Él era mi ídolo, de esos que uno admira y quiere imitar.

Con el tiempo, su interés evolucionó hacia la programación de videojuegos. "No era experto, apenas estaba comenzando, cuando el metodólogo provincial me vio y me preguntó: '¿Programas videojuegos?'. Le dije que sí, y me dió una convocatoria para el Global Game Jam, más conocido como GGJ.

"Competí con un equipo formado por jóvenes santiagueros en línea contra participantes de todo el mundo. Cuando anunciaron que nuestro equipo quedó en segundo lugar fue mucha la emoción". Ese logro lo motivó a estudiar Ingeniería en Ciberseguridad. "Soy un programador que toca la guitarra, o un trovador que programa, depende del día", bromea. Hoy, entre acordes y códigos, sigue construyendo su camino.

"A veces me paso tres meses viendo números, observando a la gente caminar e imaginando cómo programar ese movimiento... hasta que llega un punto donde es demasiado para mi cabecita, y entonces cojo la guitarra. No podría elegir entre una cosa y la otra porque cuando estoy en modo informático, soy informático; y cuando hago música, soy trovador. No lo puedo mezclar".

El recientemente acreditado miembro de la Asociación Hermanos Saiz reflexiona sobre el poder unificador de la trova. "Los trovadores somos muy amantes de nuestro propio arte. Ahora mismo, en esta Jornada... llegamos al dormitorio sin conocernos, nos sentamos todos en un cuarto, alguien empezó a cantar, y así nos conocimos, sin necesidad de palabras, solo a través de las canciones."

A sus 17 años, encuentra esperanza en aquellos jóvenes que eligen un camino diferente: el del crecimiento genuino. "Me siento satisfecho porque, he tratado de ser diferente. Alguien que se preocupa por crecer, por aprender. Porque no se puede triunfar de verdad, no se puede llegar a ese nivel espiritual de calma, si no es siendo culto.

"Yo soy un trovador de pura duda, de pura incertidumbre. Todos me dicen cómo hacer las cosas porque se preocupan, porque quieren que lo haga bien- pero y ¿si yo no me siento bien haciéndolo? ¿De qué sirve intentarlo como ellos quieren, si no lo disfrutas? Por eso mi arte es así: casi siempre una preguntita oscura sobre algo que nadie entiende".

Abdiel Arias Chacón resume así su filosofía: un artista que abraza la duda como método, la trova como salvación y la programación como contrapunto. En sus canciones -ásperas, llenas de preguntas sin respuesta- late la contradicción de una generación que navega entre mil voces.

Quizás su mayor hallazgo sea ese: convertir el extravío en brújula, y la incertidumbre en el único lenguaje verdadero. Mientras, sigue tejiendo versos y códigos con la misma convicción: que el arte auténtico no se encuentra en las certezas, sino en el coraje de perderse.

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