El fenómeno El Niño, al que se suman eventos relacionados con el cambio climático como olas de calor y alteraciones en los ciclos de agua, se prolongará al menos hasta el primer semestre de 2024 en América Latina, según un reporte de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que insta a vigilar los efectos en los cultivos, ganadería, bosques, pesca y acuicultura.

Según un informe de la FAO citado por Reuters, la influencia de El Niño durante los meses próximos puede generar lluvias más abundantes de los normal en gran parte del cono sur y clima seco en algunas zonas de Centroamérica y Brasil.

El informe señala que los Gobiernos de la región deben estar alertas a las posibles amenazas a la agricultura, que incluye cultivos, ganadería, bosques, pesca y acuicultura, y es un sector particularmente vulnerable al fenómeno de El Niño.

La FAO precisa que ese sector absorbe el 26% de daños y pérdidas por este tipo de amenazas, una cifra que puede llegar a ser de hasta un 82% en caso de sequías.

Basándose en datos obtenidos entre abril y agosto del 2023, el informe, que se publicará esta semana, señala que en el marco del fenómeno de El Niño actual, desde febrero de 2023 se ha registrado un aumento significativo de las temperaturas de la superficie del mar en el Pacífico ecuatorial, con un calentamiento más fuerte a lo largo de la costa suramericana.

“Las previsiones para el período octubre-diciembre de 2023 muestran, por un lado, una tendencia a precipitaciones por debajo del promedio en el norte de América del Sur, y por otro lado, una tendencia a precipitaciones por encima del promedio especialmente en las zonas costeras orientales de América del Sur”, adelanta el documento.

En Centroamérica, algunos modelos muestran que las condiciones secas y calurosas continuarán solo en algunas zonas durante el último trimestre del 2023.

Las proyecciones para el primer trimestre del 2024 indican una continuidad de las condiciones secas en algunos países de la zona norte de Sudamérica como Brasil, Guyana y Surinam, mientras que se mantendrían las lluvias por encima del promedio en gran parte del cono sur, zonas de la costa de Perú y Ecuador y algunas países más hacia el norte, como México.

La FAO apunta que “adicionalmente, la región está enfrentando extremos climáticos que no son producto del fenómeno de El Niño, sino asociados al cambio climático, que se traducen en choques como olas de calor y cambios en el ciclo hidrológico (…) Por tanto, aun si El Niño no se manifiesta con fuerza, sus efectos se sumarán a los de la variabilidad climática que experimentan los países”.

El Niño-Oscilación Sur (ENOS) consiste en variaciones en las temperaturas del océano Pacífico, que consta de dos patrones o episodios opuestos: El Niño (fase cálida) y La Niña (fase fría), que duran entre nueve y 12 meses y ocurren cada dos a siete años, aunque no tienen un calendario regular.

Los patrones de El Niño y La Niña tienen consecuencias en distintas partes del planeta y en América Latina han influido en la producción de cultivos claves como trigo, arroz y maíz, con negativos efectos en las economías de países altamente dependientes de las materias primas.

La FAO informó que trabaja con los Gobiernos de la región para promover la prevención y la reducción de riesgos.

También lanzó un plan destinado a movilizar recursos financieros de comunidades vulnerables en países como Bolivia, Colombia, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Perú y Venezuela.

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