No es el momento de bajar la guardia. Aparecen algunas buenas noticias y, con razón, crecen la esperanza y el optimismo, a los cuales debemos aferrarnos como aliados incondicionales en la actual coyuntura, pero siempre con la mente clara y los pies en la tierra.
Que llevemos días con más altas médicas que infectados por la COVID-19 conlleva justamente a mejores pensamientos sobre el desenvolvimiento de la pandemia en Cuba.
Sin embargo, el hecho de que estemos en la meseta y con tendencia a la baja, no puede incitarnos a desobedecer las indicaciones que desde hace dos meses han demostrado que sí funcionan: medidas higiénicas personales y en el hogar, usar el nasobuco y quedarse en casa, con una disciplina que respete el distanciamiento físico en bien de la sociedad.
Por las experiencias internacionales y los eventos de transmisión local abiertos en nuestro país se conoce que cuando hay irrespeto a las recomendaciones oficiales aparecen más casos positivos, más contactos, más sospechosos, más asintomáticos -un peligro en movimiento y sin control- y un número superior de individuos pasan a los estados de vigilancia en la atención primaria de salud.
Entonces, toda la lógica indica que no es momento para la confianza y las equivocaciones. Estamos alertados acerca de que las estadísticas favorables, cuando se auguraba el pico, pueden nublar el raciocinio y hacer pensar que ya lo peor pasó, cuando en realidad lo que se busca es evitar a toda costa la fase epidémica y lo que ella representa en cuantías de probables enfermos, individuos sin síntomas y muertes.
La disciplina y la autorresponsabilidad deben prevalecer para el bien de la familia. Si hacemos caso omiso al entorno epidémico, 2020 será un año de triste recordación.
El propio presidente cubano, Miguel Diaz-Canel Bermúdez, llamó a la población a NO echar por tierra los avances y hacer prevalecer el sentido de responsabilidad.
Que el decursar de este mejor escenario de la pandemia en el panorama nacional conduzca al arreciamiento de las medidas y así evitar la llamada “segunda oleada” que, al decir del Doctor Francisco Durán García, jefe Nacional de Epidemiología del Minsap, se produce en naciones con similar comportamiento al actual exhibido por la Antilla Mayor y que tras el relajamiento de la protección, entonces se disparan de nuevo los contagios y regresan etapas superadas ya.
La OMS, por su parte, ha confirmado que la COVID-19 sigue siendo una emergencia pública que todavía demora en terminar y que el levantamiento precipitado del aislamiento puede conducir a errores costosos y a otras oleadas sucesivas (dos, tres…).
Sobran, por ende, razones y argumentos para no bajar la guardia y evitar hoy las lamentaciones de mañana, cuando tal situación pudo eludirse justo a tiempo. ¡Es ahora!