familia y COVID19Estar aislados en casa, por tres meses o más, estresa y agota hasta a la más paciente de las personas. Llega un momento en que ni las películas, ni las series logran calmar esa necesidad de salir, disfrutar de otros espacios, ver otras personas.

Para los adultos, la pandemia de la COVID-19 ha alterado el orden normal de las cosas, pero peor ha sido el efecto para los niños, a quienes de improviso les prohibieron estar fuera de casa, tocar a los demás, saludarse con un beso, mientras le imponían rutinas y nuevos atuendos: el nasobuco, el lavado de las manos, el distanciamiento. Todo para protegerlos, o mejor, protegernos.

Independientemente del creciente número de infantes contagiados con la enfermedad, a veces el mayor daño que sufren, según la Unicef, es psicológico, al desarrollar trastornos emocionales y sociales casi imperceptibles. Es por ello que los especialistas insisten en la importancia de asumir en familia los retos y dificultades que cada día surgen.

El entorno familiar tiene un papel primordial para el hombre y la mujer del mañana, de ahí que deba ser tarea constante para cada padre adaptar y crear las condiciones para el sano y provechoso desenvolvimiento de su descendencia.

Ello implica asumir en primera instancia múltiples roles, antes reservados a otros especialistas. Tenemos que ejercer de maestros y cuidadores. Ser compañeros de juegos, pero también marcar límites, informarles de lo que ocurre sin causarles pánico ni angustia.

Ni en vacaciones vamos a tener tanto tiempo para pasar con nuestros hijos, porque el SARS CoV-2 obliga a estar encerrados casi las 24 horas. Este es el momento de ser creativos, de analizar nuestros horarios y rutinas colectivas, instaurar nuevos hábitos: pudiera ser un horario fijo para despertar y desayunar juntos, tiempo para gimnasia, baile y limpieza en familia o realizar manualidades.

Distribuir pequeñas obligaciones: sacar la basura, poner la mesa o la lavadora, y ayudar a pintar de nuevo la vivienda, fomentan valores como la responsabilidad y la laboriosidad, y aleja a los pequeños de la influencia, a veces nociva, de las redes sociales, los videojuegos.

Es vital que en este periodo aprendamos a manejar el estrés parental; saber discernir el momento para corregir y cuándo debemos guardar silencio y dejar pasar algunas cosas que no tienen real importancia. De lo contrario, vivir juntos puede convertirse en una tortura con una inevitable violencia, no necesariamente física, la psicológica posiblemente provoca daños mayores y peores consecuencias futuras.

Sirva esta etapa para crear conciencia sobre el papel fundamental de la buena crianza de los hijos y lograr también un efectivo aislamiento social, hasta ahora la mejor y más eficaz vacuna para enfrentar y controlar la letal enfermedad.

Son tiempos de cultivar los lazos familiares y la unidad entre todos. Practicar el respeto, compartir gustos, lograr una armonía en casa. Recuerde que los valores humanos no se compran, se viven y se dan como lo mejor que podemos ofrecer.

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