Raymer Andro Cedeño Fernández recibió su título entre los más de 1800 graduados de la Universidad de Guantánamo del curso 2022.
Lo de Raymer Andro Cedeño Fernández fue una promesa a la memoria de su padre, lo asumió así desde el momento en que este no pudo seguirlo acompañando en la vida, lo dice frente a ojos humedecidos que lo miran en su barrio. Hay muchas personas reunidas que esperan para ser testigo del momento que marca el cumplimiento de ese sueño.
Sigue hablando Raymer, el joven de 22 años que tiene sobre su cuerpo seis operaciones quirúrgicas, para tratar su artogriposis múltilple congénita. Él sabe incluso lo que es la docencia entre las paredes de un hospital, hay clases que se han compartido entre ese espacio y su hogar.
La vida le puso limitaciones a algunas partes de su cuerpo, pero no a la mente, lo advierte quien conversa con él, quienes escuchan las palabras que merece el momento, lo saben también quienes están ahí.
Habla además de los que no creyeron que podría lograrlo, porque de alguna forma igualmente el impulso vino de ahí, en su cabeza tiene muchos recuerdos del “no podrás”, se lo acaba de confesar a mi grabadora hace pocos minutos.
El momento es histórico además para la Universidad de Guantánamo, por primera vez un acto de ese tipo llega a un barrio. Él, al igual que la madre, ha puesto a Dios por encima de todo en sus palabras de gratitud, ese triunfo también es una cuestión de fe, esa que dicen mueve montañas.
Hay muchos nombres de profesores que salen de la boca del joven, para dar gracias, habla de algunos desde la primaria hasta la universidad: Rosita, Carmen, Gilberto, Caridad, Gerardo Soler, Henry, Irina, Alexey, pide perdón por los que se queden, dice que no hay motivos para celos.
Cada palabra está apartada de los cánones discursistas, de la letra sobre el papel y la formalidad de otros actos similares que le han precedido a ese momento en la casa de Altos Estudios, ha preferido ser espontáneo, la grabadora del celular sigue ahí, captando cada una de esas palabras, frente a sus profesores, amigos, vecinos….
Hace un rato en la entrevista solo sentí que la universidad se quedó debiéndole la vida cultural, algo más allá de los saberes académicos, no me devolvió experiencias de ese tipo en la respuesta a mi pregunta.
Ya el título de Ingeniero Informático se veía en las manos de Lilianne Martín Hardit, la presidenta de la Federación Estudiantil Universitaria de la Facultad de Ciencias Técnicas, pero ahora está frente a sus ojos, más cerca, más real, por el momento lo toca con la mirada.
La misma decana que se secó los ojos antes de hablar le muestra cada papel que confirma que ha llegado al punto exacto del camino que marca la promesa cumplida. Él los mira, hay una sonrisa pícara en su cara, nadie puede imaginar que pasa por su cabeza, pero su rostro dice mucho.
Ya la cámara acaba de hacer eterno el momento con más de un flash, su sueño es una imagen en muchos celulares, es fácil predecir que dentro de poco viajará al ciberespacio, con seguridad será parte del océano de archivos de Facebook.
La memoria y el block de notas en el celular también sirven de mucho, tomar la esencia de todo lo que pasa ¡ese es un reto periodístico cuando las emociones de un momento te convidan escribir la crónica! Uno quiere que el relato sea exquisito, está decidido a intentarlo, aunque hace más de un año no escribas una letra que se parezca a eso.
El futuro todavía le debe algunas respuestas a Raymer, no tiene aún ubicación laboral, pero hay gestiones desde la academia para ello, hay una solicitud hecha al Ministerio de Trabajo, me dicen tras una llamada telefónica preocupado por eso. Hay esperanza, tiene la voluntad, ha decidido también darle un rumbo laboral a su vida, no se termina ahí, lo sabe.
El joven que se define como un amante de la programación, está dispuesto a aprovechar el conocimiento.
- “Seguir aprendiendo, trabajar, comprarme lo que quiera, vivir”, es la repuesta a la pregunta sobre el futuro, el camino le espera.
