Bancarizacion2 1 scaledLo ideal sería que todo no fuera tan de repente y la bancarización ocurriera más de a poco, pero de forma consistente y que los “peros” de cuando empezó a sonar todo eso de cambiar nóminas por tarjetas, pagar por canales electrónicos…, al sol de hoy ya no fueran los mismos.

Lo ideal sería que la gente pudiera pagar de la forma que mejor le plazca, y cobrar. Sin el pie forzado que, en algunos sitios, lanzó Turismo con sus pagos solo en tarjetas, pero al mismo tiempo alejados de la laxitud en la que se convirtió pasada “la fiebre” de los comienzos.

Pero lo ideal es casi siempre un horizonte y, en más de un caso, un espejismo. La bancarización parece ser de los primeros: hay algún camino andado en cuanto a la infraestructura y no son pocos los convencidos de sus ventajas aunque, incluso, esos ahora mismo, no deben estar muy seguros.

Cierto. Se puede saldar electricidad, agua, teléfono, gas licuado, canasta básica en algunas bodegas…, y la idea es que todas las entidades prestadoras de servicios incorporen el pago electrónico, pero en una economía en la que buena parte del consumo se realiza en el mercado informal, eso no es suficiente.

Hace unos meses no era un problema. La transferencia era aceptada, incluso, promovida en algunos tratos, una alternativa para muchos preferible a los billetes de 10 pesos que empezaron a aparecer, como preámbulo de la escasez definitiva de efectivo que retrasó salarios en las últimas semanas.

Hoy, el saldo en tarjeta magnética es una escarpada, un problema, y un “no” casi seguro en las complejas aguas del mercado subterráneo: “Se acepta moneda nacional en efectivo”, ponen los anunciantes en grupos de compra-venta en Facebook. “Es en efectivo”, te dicen a la cara cuando en vez de la cartera te ven echando mano al celular.

Pasa, para ser sinceros, en todos los sectores. En la bodega donde era difícil pagar de manera electrónica ahora lo es más, y en los negocios particulares y nuevos actores económicos, parece que más de uno esperará a que pasen los seis meses que tienen de plazo, para sacar los códigos QR a “coger aire”.

Un fenómeno en el que, definitivamente, influye un nuevo producto de mercado que ya se anuncia en las redes sociales, y ya empieza a “sonar” en la calle: el peso cubano en efectivo, con comisiones de hasta un 10 por ciento por cada mil en transferencia. El peso cubano contra sí mismo.

Es, sobra decirlo, una práctica que constituye delito, pero práctica al fin y al cabo que sobrevive, porque siempre hay quien requiera comprar con su dinero “bancarizado” algo que solo el efectivo puede pagar, y otro dispuesto a “brindar el servicio”, “si quieren, porque si no ya se pueden ir a hacer cola a los bancos”, he leído más de una vez.

Una historia de vivos y necesitados que, cómo no, viene a complicar un poco más todos los escenarios de la economía actual, que ya es bastante decir, y solo terminará cuando desaparezca la demanda de efectivo y se restituya la confianza de las personas en el sistema bancario.

Una gota más para el vaso de la desconfianza en el valor del dinero guardado en el Banco, tanto para los que tienen ahorros como para quienes cobran su salario y prefieren convertirlo en efectivo de una sola vez, por si las “moscas” y los bancos, y los cajeros automáticos...

“A río revuelto, ganancia de pescadores”, dirían nuestros viejos: un refrán camino a convertirse en axioma.

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