Retocada Francisco Dominguez Pérez12 copiaFrancisco Domínguez Pérez fue poeta, periodista y masón en la ciudad de Guantánamo.Recientemente se publicó en nuestro medio un trabajo firmado por el Historiador de la ciudad de Guantánamo José Sánchez Guerra, en el que, circunstancialmente, se alude a la muerte violenta de un marine norteamericano de la base naval, que penetró en una casa familiar de esta ciudad y trato de abusar de una muchacha que allí vivía.

La terrible secuela de los Marines en Guantánamo

El autor de la muerte del ofensor sería el padre de la joven. El defensor de la honra personal y familiar se nombraba Francisco Domínguez Pérez y era una respetada y reconocida personalidad en la sociedad guantanamera en ese momento.

¿Quién era Domínguez Pérez? ¿Qué causas y azares -dicho a la manera silviana- comparecieron en aquellas circunstancias?

El ambiente

Consultado al efecto, el Historiador de la Ciudad refiere que los hechos pueden fecharse en los años 40 del siglo pasado. Expone que obtuvo testimonio de personas que conocieron y trataron cercanamente a Domínguez Pérez, como familiares y amigos, quienes confirman la veracidad de los sucesos.

Para la época ya se acumulaban muchas quejas de guantanameros y cubanos honestos sobre el comportamiento de los marines de la base.

Se conoce y ha sido publicado, por ejemplo: “El 12 de diciembre de 1936 un soldado mata de un disparo a una mujer en el poblado de Boquerón, argumentando que estaba de cacería. Marines norteamericanos golpean salvajemente en una lancha y asesinan el 17 de diciembre de 1940, a Lino Rodríguez Grenot, por abordar la embarcación sin autorización.

“La mayoría de los delitos no se ventilaban en tribunales cubanos por la esgrimida falta de jurisdicción, pero tampoco se aplicaba justicia alguna, lo cual multiplica la impotencia y cólera”.

Entre quienes le aportaron datos sobre el caso de Domínguez Pérez, Sánchez Guerra cita a los desaparecidos historiadores de la localidad Héctor Renán (Tati) Borges Vicente y Rolando Quintero Mena. También dice conocer el testimonio al respecto del barbero y otros familiares contemporáneos y cercanos del poeta, también ya fallecidos.

El historiador Sánchez Guerra aprecia que, como en muchos aspectos de la historia local, falta una búsqueda documental detallada en los periódicos guantanameros y los archivos judiciales de la época. De paso, el conocido investigador lamenta en general la pérdida o peligro de que ello suceda de muchos documentos, que deberían atesorarse en el archivo provincial, a salvo de la negligencia de funcionarios institucionales o en casas familiares.

El propio investigador ha reconocido, en otras entrevistas: “La presencia de la Marina norteamericana (entre 1940 y 1945, durante la Segunda Guerra Mundial) implicó que miles de norteamericanos se hiciesen habituales en las calles de Guantánamo y Caimanera, y que grandes cantidades de dinero circulasen en la región. Ello multiplicó las ganancias de los propietarios de prostíbulos, clubes, hoteles, restaurantes, escuadras de caballos, gallerías...

A ese “negocio” debemos sumar la venta de alimentos y otros insumos al enclave, así como la adquisición a precios módicos de transporte y otros equipos, que posteriormente eran vendidos por los cubanos a un mayor precio en el territorio nacional”.

En otro sentido añade: “Caimanera contaba con solo 5 mil habitantes y, sin embargo, existían 27 prostíbulos que controlaban a más de 800 prostitutas. Este poblado pobre, sin acueducto y alcantarillado, estaba sumido en el vicio, contrabando, tráfico de drogas, falsificación de bebidas, juego, cocaína, y era una de las zonas del Caribe con más alta tasa de enfermedades venéreas. Para muchos, Guantánamo y Caimanera constituían el más vergonzoso meretricio del Caribe”.

El impacto de esa presencia militar es socialmente valorado por el historiador de la siguiente manera: “Guantánamo emula por el récord de crímenes cometidos por los militares yanquis con Puerto Rico y el Canal de Panamá. Con la Base vinieron periódicamente decenas de miles de marines borrachos y buscadores de placeres sexuales, un número de ellos portadores de enfermedades venéreas, quienes convirtieron a la ciudad, entre 1939 y 1958, en una de las grandes plazas de tráfico y consumo de drogas y bebidas alcohólicas”.

Más recientemente la guantanamera Marilis de Dios Noris, miembro de la Unión Nacional de Historiadores (UNHIC) en Guantánamo, ha publicado: “Caimanera, Boquerón y la ciudad de Guantánamo fueron traspatios de los norteamericanos. Los marines yanquis, en sus visitas en sus días de franco, inundaban estos territorios trayendo consigo el desconcierto social.

“Se vivió en este período la degradación moral de la prostitución, las drogas, riñas y el irrespeto a la población en general”, concluye la Máster en Estudios Cubanos y Caribeños, en su tesis Efectos de la presencia de marines yanquis en la ciudad de Guantánamo (1903-1952).

El poeta y masón

Francisco Domínguez Pérez se recuerda en general como un destacado promotor social y artístico que ganó un merecido espacio en la ciudad de Guantánamo. Destacó por su actividad como poeta, periodista y masón.

Autor de varios libros, sobre todo, de poesía, había nacido en Cortes de la Frontera, Málaga, ciudad portuaria situada en la región de Andalucía, en el sur de España, el 2 de marzo de 1883, y falleció en el año 1954 en la ciudad del Guaso, el 4 de enero, según recoge Ecured, la enciclopedia cubana colaborativa en red.

Desde muy joven se inició en el periodismo, como colaborador en un periódico revolucionario de la península ibérica titulado Despertar del Terruño.

Perseguido por sus ideas políticas emigró a Cuba en 1902, con apenas 16 años de edad, y se instaló en La Habana; según otras referencias entró a Cuba por Santiago. Luego, por su oficio de electricista, vivió en varios pueblos de Oriente, por períodos relativamente cortos, hasta que, a partir de 1916, se estableció en Guantánamo definitivamente, donde se convirtió en una figura destacada entre los años 1930 y 1950.

Aquí fue jefe de Departamento en el Ferrocarril Guantánamo Western; dirigió las revistas Alfa, Ariel, Cultura y el periódico El Reformista; fue presidente fundador del Círculo Artístico Literario (CAL); miembro adjunto de la Dirección de Cultura y Prensa guantanamera, y miembro de la Asociación de Escritores y Artistas Americanos.

Toda obra importante o acto social, entre los años 30 y 50, contó con su apoyo, adhesión o aporte lírico. Prolífico poeta, Domínguez publicó nueve libros y dejó inéditos 14.

Otra fuente consultada para este trabajo detalla que su Canto a la masonería ganó en 1923 medalla de oro en el certamen Palenque Masónico. Colaboró en publicaciones como Cuba y América, Letras, Gráfico, Pro-Vida, Cúspide (Melena del Sur), Ariel, Castalia, Ideales y Renovación, El Reformista, Cuba y España, Hojas y Flores (Bayamo), Facetas de Actualidad, y Mundo Masónico. Alcanzó el grado 33 en la masonería.

“Fue un hombre común, que sabía de las sinrazones de la vida y las trasladaba al texto con toda sencillez. Se catalogó a sí mismo como un poeta humilde, como un filósofo de la vida”, refiere Ecured, nutrida con información aportada por Sánchez Guerra, la especialista bibliotecaria Canseco Aparicio, y Yaimara Diéguez Gutiérrez, especialista principal de la editorial El Mar y la Montaña.

Esta editorial territorial publicó en el 2011, en su colección La Fama, de Poesía, una selección con el título Francisco Dominguez Pérez, el poeta humilde, realizada con prólogo y notas de Diéguez Gutiérrez y Josefa Leyva Proenza, ambas investigadoras nacidas en 1978.

La misma editorial incluye muestra de la creación de Domínguez Pérez en Poetas de la república, escritores guantanameros, antología de poesía preparada en 2013 por Leyva Proenza y Cecilia Elías Guerra.

En la familia presente

Leonardo Camps Domínguez es nieto del poeta. Cuando nació en 1954 este ya había desaparecido. Pero dice conocer de tradición familiar el suceso de marras.

“Cuando eso, cuentan, mi mamá y sus siete jóvenes hermanas vivían todavía en la casa de sus padres. Mis abuelos Francisco Domínguez Pérez y Amanda Correa Brea tuvieron 16 hijos, sobrevivieron 13, contados los varones.

“La casa familiar estaba situada en la calle Pedro A. Pérez entre 3 y 4 Norte número 462, en la misma acera de la estación ferroviaria, donde llegaba el tren con el franco de la base.

“Se dice que el incidente empezó desde la calle, porque el marine estaba ebrio y persiguiendo a las muchachitas se metió en la sala. Cuando mi abuelo salió a enfrentar la violenta irrupción del intruso en su hogar tuvo que usar un revólver y disparar.

“Entonces llegó la policía militar de los marines y se llevó el cuerpo. De ahí no pasó aquello porque había sido en defensa propia dentro del propio hogar. También por el prestigio de mi abuelo, conocido miembro de alto rango de las logias Humildad y Reconciliación”, concluye quién dirige actualmente el departamento de Softwares de la dirección de Informática de la Universidad de Guantánamo.

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar