1 Roxana Rodrríguez HidelgoRoxana es graduada de Historia del Arte y está al frente de la célula de la AHS en el municipio de Contramaestre.

En los rincones de Contramaestre, donde las guitarras desafinan con la brisa y las historias se arrullan con voz de trovador, alguien busca reconstruir los pasos de Eduardo Sosa. No es la figura pública ni el artista consolidado quien interesa esta vez, sino el joven que anduvo amaneciendo con canciones y amistades entre calles, parques y amores del oriente cubano. A ese muchacho quiere llegar Roxana Rodríguez Hidalgo, profesora e investigadora, con la cámara encendida y el corazón dispuesto a salvar la memoria.

“Este proyecto surgió incluso antes de la canción política —comienza Roxana—. Ya en el Pepe Sánchez se había homenajeado a Sosa, pero fue después que descubrimos cuánto de él había quedado en Contramaestre. Más allá de una canción, fue una relación real. Él vivió aquí, hizo amigos, se enamoró. Entonces Leonel, Abdiel y yo comenzamos a construir esta propuesta documental”.

2 Leonel Ramírez AlcoleaLeonel además de la trova también dedica tiempo a la investigación estando cerca de alcanzar su maestría en temas que vinculan lo arqueológico.

Con la complicidad del trovador y profesor Leonel Ramírez Alcolea y del editor Abdiel Arias, Roxana se lanzó a la búsqueda de esos vínculos que Sosa cultivó con el lugar. No le interesa construir un retrato oficial, sino íntimo. Esa imagen del estudiante rebelde, del artista en formación, del joven que cantaba en los parques hasta que salía el sol.

“No es simplemente un documental, es una conversación con la historia. Abdiel se encarga de la parte técnica: edición, limpieza de audios, montaje. Pero también contamos con apoyos valiosos como Liván Leyva, de la célula de Contramaestre, o Daniel Reina, gran amigo de Sosa. A ellos se suman nombres como Arnoldo Fernández y Jorge Labañino Legrá, El Puro, todos parte de aquel entorno en que él se forjó”.

Contramaestre es el escenario de una nostalgia que no se diluye. Allí aún está “La Viejuca”, la primera guitarra que Sosa tocó en los albores de su hoy frondosa carrera. De vez en cuando, cuenta Roxana, llamaba a su amigo Ismel para preguntarle si todavía la conservaba. Allí también están las anécdotas compartidas entre risas: las serenatas de madrugada, los bailes con los Karachis, los recorridos a pie entre Contramaestre y Baire buscando que tomar.

“No viajaba tanto a su pueblito como se piensa. Pasaba largas temporadas en Contramaestre, porque allí también se enamoró. Era parte de este lugar. Su formación cultural no vino de academias, sino de vivencias. Fue el pedagógico quien lo formó y los artistas de su generación muchos de ellos aún activos, lo acompañaron”.

En medio del proceso de producción, el equipo documentalista ha logrado rescatar testimonios y materiales valiosísimos. El proyecto ha crecido. De dos entrevistas pasaron a seis. Se habla de canciones inéditas, de recuerdos universitarios, de momentos de esos que no aparecen en los homenajes oficiales.

El objetivo no es otro que capturar esa relación entre Sosa y Contramaestre como un puente vivo entre generaciones. Mostrar cómo él se nutrió del entorno y cómo el entorno, aún hoy, se nutre de su legado. No desde la estatua o el altar, sino desde la complicidad.

 “Queremos que el documental arranque con sus años de pedagogía, con sus inicios. Que lo narren los amigos, los que estuvieron cerca. Y que cierre con esa imagen equilibrada entre el cantor enamorado de su tierra y el amigo fiel de la guitarra”.

La producción enfrenta sus propios retos: falta de financiamiento, el éxodo de quienes antes impulsaban el audiovisual en el municipio, y las limitaciones materiales de siempre. Pero también tiene su motor en la convicción y el amor por el arte.

 “Algunos nos han apoyado sin pedir nada, solo por tratarse de Sosa. Con solo nombrarlo, entienden. Eso me emociona mucho. Hay quienes nos han abierto espacios en la radio, aunque sabemos que también hay que pagar. Pero lo importante es no detenernos”.

El documental se piensa también como una vía para integrar a los estudiantes universitarios, especialmente los de Gestión Sociocultural a los que Roxana y Leonel dan clases, y que se sumen a la producción audiovisual y al rescate de la memoria viva.

“Lo que traemos ahora a la Canción Política es apenas un fragmento. Aún no hemos presentado el proyecto formalmente a la AHS provincial. Pero seguimos, porque si dejamos que el tiempo pase, si no nos decidimos a contar esta historia, se perderá para siempre una parte esencial de la canción cubana”.

Sosa murió, pero en Contramaestre sigue cantando. Lo hace en las voces de quienes compartieron sus días jóvenes, en las cuerdas de su “Viejuca” aún presente, y en los recuerdos que, gracias al empeño de Roxana y su equipo, buscan no volverse olvido.

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