Hola, amigas y amigas de Contigo. A veces nos salva la poesía, un verso nos carga en su regazo para sufrir, para cantar a nuestro lado, y hace pulsos con el desamparo y la agonía del que piensa que no hay más camino más allá.
A veces la poesía nos salva del absurdo, de creernos los únicos, los primeros o últimos, nos levanta del fango como otros al mismo tiempo, antes y después de los golpes más duros, lo hacen, lo hicieron y lo harán. Y eso, a pesar de que también nos llena, nos zarandea, nos abraza…, es más que suficiente.
No decía palabras
No decía palabras,
acercaba tan solo un cuerpo interrogante,
porque ignoraba que el deseo es una pregunta
cuya respuesta no existe,
una hoja cuya rama no existe,
un mundo cuyo cielo no existe.
La angustia se abre paso entre los huesos,
remonta por las venas hasta abrirse en la piel,
surtidores de sueño hechos carne
en interrogación vuelta a las nubes.
Un roce al paso, una mirada fugaz entre las sombras,
bastan para que el cuerpo se abra en dos,
ávido de recibir en sí mismo otro cuerpo que sueñe;
mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque solo sea una esperanza
porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie sabe.
Luis Cernuda
Escondrijos
El envión de la palabra la
lleva al borde que no
puede cruzar. Gime ahí
como una grulla loca,
un desperdicio del destino.
La saludo, la amo cuando
se instala como cuerpo en
mi cuerpo contra
la piel del día, las
sombras que se agitan
en escondrijos de la juventud
como si fueran de verdad
Juan Gelman
Y el pan nuestro
Sólo conozco de ti
la sonrisa gioconda
con labios separados
el misterio
mi terca obsesión
de desvelarlo
y avanzar porfiado
y sorprendido
tanteando tu pasado
Sólo conozco
la dulce leche de tus dientes
la leche plácida y burlona
que me separa
y para siempre
del paraíso imaginado
del imposible mañana
de paz y dicha silenciosa
de abrigo y pan compartido
de algún objeto cotidiano
que yo pudiera llamar
nuestro.
Juan Carlos Onetti