Las atenciones culturales a las plantaciones hacen toda la diferencia, asegura Tello.
Tello -como conocen a Rafael Moreira Hernández en la Unidad Empresarial de Base (UEB) Cultivos Varios Yateritas, en San Antonio del Sur- lleva las palabras con rienda bien corta.
Dice sí, no, no tanto, usted sabe…, y reafirma las palabras con las manos de hombre fuerte como si de hecho esta periodista supiera. Habla de deshijes, deshoje en altura, remate, despampane, del agua necesaria, así, con puras comas-silencios entre un vocablo y otro.
Tiene, empero, manos llenas para el trabajo, el esfuerzo, y el agradecimiento a quienes, en tiempos duros, prestan los brazos para que la caballería de tierra sembrada de plátano “burro” que atiende desde hace 15 años como jefe del colectivo 16 de esa unidad, se luzca de limpia y productiva.
No por gusto produce junto a otro obrero, Abel Castellanos, en una de las parcelas más grandes de esa unidad popularmente conocida como Microjet de Yateritas que reparte, entre 27 colectivos, unas 18 caballerías de tierra dedicadas, como cultivo principal, al plátano con tecnología microjet.
Pregunto por números. Áreas, plantas, planes..., a sabiendas de que la UEB no vive sus mejores tiempos, aunque para ser justos se mantiene en el empeño de producir alimentos y todavía puede presumir de mantener a Yateritas, sin discusión, en la tierra del plátano en Guantánamo.
Junto a su compañero Abel Castellanos, este hombre de pocas palabras forma uno de los mejores colectivos del Microjet de Yateritas. Tello me habla desde su pedacito, que no lo es tanto: poco más de una caballería con sus 60 mil plantas que, de acuerdo al esquema escalonado de madre, hijo y nieto, debe producir durante todo el año para alcanzar, en lo posible, las 97 toneladas que su colectivo debe haber entregado para el término de diciembre.
Hasta ahora, acopia solo 13 toneladas. Me habla, entonces, de recuperación tras el paso del huracán Oscar (octubre de 2024), que no los afectó como otros ciclones, pero sí llevó a tierra las matas “paridas” que debían recogerse en los meses siguientes.
Me advierte el experimentado obrero, además, que el “tiempo bueno llega ahora con los calores, ahí es cuando el fruto se goza bien, aumentan los rendimientos y, por supuesto, los ingresos que hoy andan entre los 5 mil y 6 mil pesos, pero pueden llegar hasta los 18 mil por mes”.
La aspiración, por supuesto, es cumplir lo pactado a pesar del escaso paquete tecnológico -aunque, por estos días, “llegó un poquito de urea y potasio”- y los vaivenes con el agua, a cuenta de las roturas en las conductoras que alimentan los riegos de los colectivos y los apagones.
Cuenta, para ello, con la experiencia y el trabajo duro. Con los domingos que lo sorprenden “recuperando” el tiempo con las atenciones culturales al plátano, y los brazos de familiares y amigos que arrastra a su área cuando reconoce que dos pares no son suficientes.
Tiene también la inventiva. Más por necesidad que por estudios, Tello le “sabe” a buscar soluciones a las roturas del riego y es de los primeros a quieres llaman cuando hay problemas. “Lo mismo te hago una junta que, con una malla, sustituyo un filtro de cabezal”, asegura.
A pie de surco, simplemente sabe lo que hay que hacer, y comparte esa sapiencia de 31 años en el Microjet en voz alta, sin intrigas, como esos tesoros que se dejan a simple vista:
“Esto no tiene secretos. Se sabe, por ejemplo, que un buen deshije le da fuerza al fruto y que cuando los ‘dedos’ ya están afuera, hay que hacerle un corte ‘a un puño’ en la campaña -el capullo rojo- para que ‘llene’ y el racimo salga con más fortaleza.
“Y que hay que echarle el agua que lleva, con el sistema de riego por aspersión que tenemos en las áreas, quitarle las hojas muertas, y mantener las áreas limpias y bien aradas…, a pesar de que hay problemas con los animales y el tractor casi nunca responde”, continúa.
Pero algo, insisto, debe hacer la diferencia. Tello se sonroja un poco, un poco más desde que empecé con mi “batería” de preguntas, a sacarle, literalmente, las frases -en una primera persona del singular que, a todas luces, le cuesta- de la boca.
“Yo solo hago lo que hay que hacer, en el tiempo en el que es necesario porque en la agricultura lo que toca hoy no puede dejarse para mañana, y no me gusta que nadie venga a señalarme. Me gustan las áreas limpias, lindas, y los buenos racimos de plátanos”, responde.
¿Cree que es un cultivo agradecido? “Yo creo que sí. Si usted cuida a la planta, si la limpia, la riega, le da todas las atenciones culturales, te responde bien. Es como casi todo en la vida: Si tú eres bueno, entonces el plátano es bueno. Lo he creído siempre, y así seguiré pensando hasta que me jubile”.
¿Y eso cuándo será?, inquiero y sonríe ya caminando entre el surco conocido, en su elemento. “Todavía falta. Tengo 57 años, así que todavía me faltan seis ciclones”.