Apenas puedo escoger. Mis años en Venceremos fueron años de asombro. Llegaba de la vecina Santiago con un título bajo el brazo, con un mundo por aprender. ¿Qué habrá dicho Martha Cabrales, dama del periodismo cubano, directora del semanario en el estreno de los noventa, cuando le hablé de ópera… y lo que hacía falta era ir al café?
Aun me faltaba escuchar el canto de la serranía.
No me gusta el café, nunca me ha gustado; pero las manos que lo recogen merecen una oda. Recuerdo aquella competencia en El Olimpo. ¡Qué nombre aquel! Veo las canastas llenas, los brazos tensos. Fue una información a todo despliegue, en primera plana. Orgullo de periodista novel. “Bajaron hombres del Olimpo Rojo”, sería el título. Siempre he sido un obsesionado de los títulos: son el grito, la vitrina, el latido de la información.
Al café regresé tantas veces. Hay, sin embargo, una ocasión que tengo sostenida en mi memoria. Mi encuentro con la brigada Las Tania, especialmente con Petronila Neyra Sánchez. Me alegro saber que ahí sigue, convertida en leyenda.
En los rostros de aquellas mujeres curtidas, en la mirada profunda, en la nobleza infinita, en ese desandar por nuestros montes y hasta en el pañuelo a la cabeza, emergió el retrato que Martí trazó de Mariana Grajales en su célebre artículo Mariana Maceo. Fue inusitado, fue un relámpago.
Por el camino he encontrado a gente como ellas, que lo apuestan todo por el trabajo honrado; pero también, desafortunadamente, a mucho oportunista, a mucho simulador.
No paraba. A tocar el extremo de la Isla, allí donde Cuba amanece, al faro de Maisí. A Yacabo, en el Imías semidesértico. A la Loma del Chivo. Al desborde del Guaso, río niño y río gigante. A conocer a Florentina Boti, la hija del poeta; a la osadía de tocar a su puerta. Y a Caimanera, a las salinas, a la Loma de Malones. Byrne soplándome al oído, mientras observo más allá de la cerca, mientras arde la tierra usurpada.
Esas páginas son olas que baten por dentro.
Tuve suerte de encontrarme con una enamorada del periodismo. De las que batalla siempre, de las que habría que clonar. Haydée León Moya tuvo confianza en mí desde el primer día. Sin ella, Guantánamo no hubiera sido Mi Guantánamo. El desafío, el asombro, la inspiración perenne entre el mar y la montaña.
Haydée León Moya.
Comentarios
Aqui les quedo mejor el articulo que en la version impresa. Las tofos son muy importantes para complementar las vivencia de Cedeño, para hacer como si fueran nuestras tambien. Por eso la importancia de la Web.
Saludos
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