En Los Maceo, las personas que esperaban su turno para entrar a las tiendas recibieron a Abdala con aplausos, a su arribo a la Empresa Comercializadora y Distribuidora de Medicamentos (EMCOMED) en la propia calle. La caravana de carros que cargaban el candidato vacunal llegaba desde el Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología, de La Habana, donde había sido despedida hacia Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo, lo cual ya era noticia.
Incluso quienes no lo vimos llegar, lo esperábamos. Seguimos en las redes sociales las camionetas blancas con la A mayúscula, y nos hinchamos de orgullo cuando vimos, en las cajas, los nombres de los policlínicos de las cinco Áreas de Salud de la ciudad de Guantánamo, donde funcionan los sitios clínicos elegidos para el ensayo.
Pero nada comparado con este lunes, cuando los primeros voluntarios dieron su brazo a pinchar para probar la efectividad y la inocuidad de ese producto hijo de la biotecnología cubana.
Cada tanto, alguien sube a las redes una sonrisa que no podrían esconder ni 10 nasobucos, con la leyenda de ya me vacuné o los certificados que dan a los 12 mil coterráneos que son inoculados –potencialmente- con el candidato vacunal Abdala, uno de los cinco que desarrolla el país y el segundo en entrar en su tercera fase de ensayo clínico.
No importa que, al menos, la mitad de los voluntarios reciban un placebo, en vez del real candidato vacunal, como método para controlar los resultados de la prueba. Cada elegido se considera un privilegiado, y lo es.
Hay que parar el ritmo del entusiasmo personal para escuchar las historias, para notar la diversidad de edades, sexo, condiciones físicas, raza… oír a la anciana que se siente bendecida, incluso, si su candidato “no es el de verdad”, porque de todas maneras contribuye al “proceso”.
A la joven doctora –asmática e hipertensa compensada- que a menos de una hora de la inoculación ni siquiera se acordaba cuál brazo era el que, supuestamente, debía dolerle, al menos, un poco tras la aguja penetrando hasta el músculo.
Leer los mensajes de las redes sociales. Los ojos de la chica que pone el pequeño punto rojizo en su brazo derecho en primer plano de la foto que sube a Facebook y no dice nada más porque no es necesario, y las muestras de sana envidia de quienes recibirán su dosis definitiva cuando empiece la vacunación de la población general, en los comentarios.
Hay que detenerse ante la sonrisa, el privilegio y el logro. Reconocer el sí cuando muchos pensaban que no –por malintencionados o pesimistas, porque somos un país bloqueado... Y celebrarlo, todos: quienes pusieron el hombro, literalmente; y los que no, pero ya vemos nuestro turno más cercano.
Bienvenido seas, Abdala: Cuba entera te sonríe.