Vuelve un luminoso 28 de enero, pero esta vez en el aniversario 169 del natalicio del Héroe Nacional José Julián Martí Pérez, el primogénito de la familia formada por los españoles Mariano Martí, valenciano, y de Leonor Pérez, de Tenerife, Islas Canarias, pero nadie fue tan de Cuba como aquel que nació en Paula.
Hay hombres que nacen para dignificar y hacer crecer la historia de la humanidad, que se alimentan con la savia de muchos retoños y de las mejores tradiciones patrióticas de sus pueblos; hombres dignos e incondicionales, entregados por completo al deber que les impone la época en que les toca vivir, y entre ese grupo de ilustres hombres, debemos destacar a José Martí, máximo exponente del pensamiento revolucionario cubano del siglo XIX.
Pocas veces en la historia nace un ser extraordinario, un poeta, un político, un héroe, todo conjugado, porque José Martí es todo a la vez, un intelectual universal que se adelanta a su tiempo, para inmortalizar su herencia patriótica.
Y como dijera nuestro Fidel, “Martí nos enseñó su ardiente patriotismo, su amor apasionado a la libertad, la dignidad y el decoro del hombre, su repudio al despotismo y su fe ilimitada en el pueblo…”.
Todos sabemos que los pilares de Cuba descansan en el legado de nuestro Héroe Nacional, y no es posible para un cubano pensar como país sin acercarse a la vida y obra de quien pensó para el bien de todos. Sus ideas seguirán siendo clave en la Revolución Cubana, la impronta indoblegable de todos los tiempos.
Después de su caída en Dos Ríos, el 19 de mayo de 1895, comenzó una nueva etapa del viaje humano de Martí, que ha consistido en mantenerse vivo, espiritualmente, en la conciencia y en el actuar de los hombres y mujeres de su pueblo, los mismos que siempre estarán consagrados al bien de su Patria.
El sol ahora aquí brilla con luz propia, y Dos Ríos no marcó el fin, sino el comienzo de una nueva era, en la que nuestro Apóstol abrió los cielos con esperanza para los humildes. Y Martí vive, vive en los pobres de la tierra, en el arroyo de la Sierra y en ese monte de espumas. Vive, porque es un hombre de todos los tiempos.
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