Año 1869, 10 de abril, todavía la fecha no alcanza su verdadera dimensión histórica y jurídica. Ese día los patriotas alzados en armas contra el colonialismo español dieron a Cuba una relevante lección de unidad y de civismo, seis meses después de que el abogado Carlos Manuel de Céspedes, en el ingenio La Demajagua, iniciara la contienda.
En poder de las fuerzas mambisas, el pequeño poblado de Guáimaro constituyó el escenario de un acontecimiento político que marcó los derroteros de la Revolución del 68.
Reunidos en asamblea, del 10 al 12 de abril de 1869, en la jurisdicción principeña, los representantes de las tres zonas en beligerancia (Oriente, Camagüey y Las Villas) se empeñaron en presentar un único frente de combate a la metrópoli española.
Sin tiempo apenas para conocerse y armados de criterios divergentes, incluso antagónicos sobre los temas a tratar, los asistentes (delegados) superaron sus posiciones conceptuales anteponiendo el amor patrio y la vocación de servicio a la causa cubana.
Después de duros debates, aprobaron una peculiar y autóctona forma de Estado -la República de Cuba en Armas-, sus instituciones democráticas y la Constitución que serviría de base programática en la lucha de liberación nacional. Era el primer paso para el logro de la unidad del movimiento independentista cubano, la Asamblea de Guáimaro.
Un siglo después, el líder cubano Fidel Castro Ruz, al realizar una valoración sobre el suceso decía: “Cualesquiera que hayan sido los inconvenientes, las dificultades y los resultados, el esfuerzo fue admirable”.
En Camagüey comenzó también una forma nueva, luego hecha tradición, de construir consensos para el bien nacional, el debate popular y la reflexión colectiva, como sustento de la unidad y cohesión entre todas las fuerzas patrióticas, que hoy tiene su mejor expresión en el proyecto del Código de las Familias.
Ello presupone un alto grado de madurez de nuestro pueblo que, sabedor de sus destinos, busca a través de los mecanismos democráticos que prevalezcan siempre los asuntos más trascendentales del país, los intereses sagrados de la Patria, por encima de proyectos o ambiciones personales, grupales o sectoriales. El mejor antídoto frente a las manipulaciones es informarse.
Al conmemorarse el 153 aniversario de la Primera Constitución, aprobada en Guáimaro, ese principio adquiere renovado valor como garantía de la consolidación de la obra revolucionaria y su continuidad histórica.
Así ha sucedido en estos 63 años y sucederá cuando el próximo mes de septiembre el pueblo cubano, en referéndum, respalde con su voto el Código de las Familias, que marcará el presente y, sobre todo, el futuro de bienestar y paz de las familias cubanas.