Cuba fue el primer país de América Latina declarado territorio libre de poliomielitis.
A 60 años del inicio -el 26 de agosto de 1962- de la Campaña de vacunación contra la poliomielitis, la familia y autoridades cubanas tienen razones de peso para seguir sintiendo orgullo y agradecimiento infinito por el impacto de este programa que llegó desde entonces para quedarse, como tantos beneficios instaurados en el campo sanitario por la Revolución.
Y no porque haya pasado mucho tiempo se borra el antes y el después, tan diferentes, en esta historia. Hasta el Primero de Enero de 1959, esa dolencia era un mal endémico que ocasionaba la muerte o dejaba terribles secuelas como parálisis motoras y deficiente desarrollo muscular a unos 300 niños cubanos en todo el territorio nacional.
Los sobrevivientes vivían con limitaciones para andar que podían ser severas e invalidantes durante toda su vida. No eran tiempos en que los tratamientos de alivio o recuperación estuvieran al alcance de todos los necesitados y esto agravaba más el destino de los afectados.
De modo que la decisión de combatir la propagación de la enfermedad infectocontagiosa, de consecuencias graves, originada por un virus (poliovirus), mediante un programa de alcance masivo, bien pensado y estructurado, fue un hito y una de las primeras pruebas de fuego de la organización sanitaria revolucionaria, aun cuando la nación estaba lejos de fabricar sus propios inmunizantes, aunque alguien sí soñaba, y en grande, con ello.
Tal vez, en aquel momento, para muchos pareciera un imposible luchar contra ese mal invisible, transmitido por contacto directo con las secreciones de la garganta y las heces fecales de una persona infectada, con menor probabilidad mediante el agua o la alimentación.
Es creíble entonces que el 26 de agosto de 1962 los cubanos aún no tuvieran idea precisa del alcance de ese comienzo, en medio de otras tantas medidas benéficas que la Revolución implementaba por aquellos tiempos, en su obra social transformadora.
Pero pronto se aquilató su importancia, más cuando nunca ha faltado anualmente su suministro y Cuba viviera la alegría de declararse territorio libre de poliomielitis, algo reconocido por instituciones competentes internacionales.
Se dice fácil, pero también fue un empeño colosal como la Alfabetización en el año 1961 o las tareas por la Reforma general de la enseñanza. Pero se triunfó porque también se contó con el apoyo pleno del pueblo.
En la inmunización participaron unos 100 mil miembros de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), en múltiples tareas como el censado de la población a vacunar, por entonces los infantes desde un mes de nacidos hasta los 14 años.
La organización popular fue decisiva pues los cederistas aportaron las sedes de trabajo como vacunatorios improvisados, pues todavía no se había puesto en marcha el programa del médico y la enfermera de la familia.
Pero la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) fue una avanzada apreciable en el trabajo con las madres y los niños, la extensión de la campaña en zonas rurales, en lo cual también contribuyeron los miembros de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP).
Gracias a la voluntad política y al esfuerzo coordinado de las organizaciones de masas y sectoriales se inmunizaron 2 millones 216 mil 022 niños menores de 15 años, para una cobertura del 86,2 por ciento, lo que influyó de manera notoria en el control de la enfermedad.