Preocuparnos por combatir, a cada instante y desde el puesto de trabajo, los inanimados y esquemáticos modos de actuación y retóricos lenguajes, debe ser una constante en lo individual de cada obrero o directivo; solo así podremos avanzar en la actualización del modelo económico cubano, tarea imprescindible para hacer perdurable nuestro proyecto social.
Con frecuencia asistimos a reuniones de diferentes organismos en las cuales, aún pululan personas que hablan con redundancia y retórica, u otras que lamentablemente casi todo intentan justificarlo.
En diversos escenarios vemos a muchos “responsables” de determinadas tareas asistir con la cabeza mientras repiten “correcto, correcto; positivo, positivo” o escuchamos decir: “Medidas adoptadas, multiplicar los esfuerzos, vamos a evaluar, vamos a diagnosticar, vamos a reproyectar en aras de…”.
Están también los que ante los señalamientos de sus superiores enseguida acuden a las archiconocidas respuestas: Priorizaremos con un nivelito de esto y de aquello, y evaluaremos con “prontitud”.
Pero lo peor es que ese retórico lenguaje llega a envolvernos y calar hasta casi incorporarlo, y sin darnos cuenta seguimos ese discurso tecnócrata y justificativo, para mantenernos con un pensamiento estático, y que nada resuelve, más allá de una elegante respuesta de reunión”.
La máxima dirección del país ha reiterado tener como máxima para avanzar el llamado del General de Ejército Raúl Castro a “rebasar el inmovilismo, la superficialidad y la improvisación”, deficiencias que, en mi opinión, aunque se hacen muy notables en el proceso inversionista, están presentes también en muchos sectores y esferas de la sociedad.
Es un principio de la burocracia esconder las deficiencias. Así ocurre todavía en determinados organismos, en los que algunas personas, por suerte cada vez menos, no comprenden todavía la dinámica actual de nuestro proceso social.
Inmersos en la actualización del modelo económico cubano no puede haber espacio para el teque y las justificaciones.
Toca a todos desterrar cualquier manifestación de inmovilismo, de lenguaje tecnócrata y retórico, y de accionar burocrático que, en no pocas ocasiones, nos acerca a hechos de ilegalidad y corrupción.