boti portadaCulminó en Guantánamo la edición XLVII del Concurso de Literatura y Artes Plásticas Regino Eladio Boti, un evento que cada año convoca a escritores, artistas visuales y estudiosos de la obra del poeta que, sin duda, marcó un antes y un después en la cultura guantanamera. Sin embargo, se hace necesario mejorar la organización y el alcance de este homenaje.

La edición de 2025, que tuvo lugar del 4 al 7 de junio, evidenció una serie de carencias organizativas: actividades que cambiaron de sede sin previo aviso, horarios que se incumplieron y no lograron movilizar al público guantanamero más allá de los habituales círculos culturales. Lo anterior, no solo afecta la imagen del evento, sino que también atenta contra su función esencial: conectar el legado de Regino Eladio Boti con el presente cultural de la ciudad.

Pero la crítica no se agota en la logística. Existe una preocupación más profunda que va al corazón mismo del legado de Boti. Su obra, enorme y compleja, pionera en muchos aspectos, permanece desconocida para buena parte de los jóvenes y estudiantes guantanameros.

Se habla de su importancia en actos oficiales, se lo cita en inauguraciones, se le menciona en concursos; pero no se le estudia en profundidad, no se le lee en las aulas ni se le integra con justicia a los programas de enseñanza de la literatura guantanamera. Lo que se da como presencia es, en realidad, una ausencia cubierta por solemnidades vacías.

Esta desconexión entre el evento y la realidad educativa es alarmante y no se suple con alguna que otra presentación en alguna escuela.

No puede haber un verdadero homenaje a Boti si su obra no vive en los estudiantes, si no se promueve el pensamiento crítico que él cultivó, si no se rescata su mirada sensible y su compromiso con el entorno natural y humano de Guantánamo.

Resulta imprescindible integrar el estudio de Regino Eladio Boti a los planes de formación docente y escolar, no como un añadido simbólico, sino como parte esencial del aprendizaje. Su poesía puede ser una herramienta poderosa para comprender el paisaje, la historia y la identidad guantanamera. Su pensamiento puede contribuir a formar ciudadanos más conscientes, capaces de dialogar con su pasado y proyectar un futuro más justo y auténtico.

Además, el evento podría convertirse en una plataforma para visibilizar otras aristas de la historia local. ¿Por qué no extender la acción cultural más allá de los días del evento, más allá de los muros institucionales, hacia barrios, comunidades y espacios públicos donde Boti pueda ser leído y discutido?

La cultura, en este caso, no puede seguir reducida a una agenda de actos y eventos; es hora de asumirla como un ejercicio cotidiano de formación ciudadana. En ese empeño, el nombre de Regino Eladio Boti no puede limitarse a un cartel, un concurso o una ceremonia. Su legado demanda coherencia, pedagogía y compromiso.

El Concurso Boti ha concluido, pero el desafío mayor apenas comienza: llevar su obra a las aulas, a las comunidades, a la conciencia colectiva de un pueblo que merece reconocerse en su historia. Que el próximo homenaje no se mida por la cantidad de actividades, sino por el alcance real de su impacto en la educación y la cultura guantanamera.

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