Los aplausos se han vuelto el más hablado de los idiomas en estos días de distanciamiento social. El único que dice tanto a la vez, el único quizá al que se le agradezcan la voz alta y el hablar todos al mismo tiempo. El más fácil de leer, sentir, pronunciar y decodificarle los muchos sentimientos.
Se han convertido en texto y pretexto. Sentido y razón. Fuerza, agradecimiento. La forma más abreviada de decir "gracias" sin palabras de por medio.
Gracias por cuidarnos la vida y la fe. Gracias por sus energías y las jornadas sin término. Por dejar en una taquilla de hospital el cansancio, la nostalgia de casa y los miedos. Por luchar contra molinos y crecerse más que los gigantes. Por el amor a destiempo. Por salvarnos la esperanza. Por todo lo que les decimos y hasta por lo que calla el silencio.
Quisiéramos inventarnos otros idiomas y otros gestos que fueran igual de precisos, contundentes. Mil y una maneras más de tatuarles el alma con nuestros sentimientos. Para que puedan percibirlos sin esperar a las nueve de la noche. Pero sin que las nuevas iniciativas que encontremos para decirles "gracias" compitan jamás entre ellas, sino que se abracen y complementen globalizando lo bueno.
Y entonces se me dibujó desde el cariño un montón de batas blancas para multiplicar la idea. Un trozo de tela, un pañuelo, una manta o el pedazo de sábana que tengas. Algo blanco en la puerta de casa, en tu balcón, en un muro cualquiera. Porque ese símbolo de paz, tan universalmente distendido a lo largo de los siglos en las venas del planeta, puede figurarse ahora papel, bandera y convite: papel para escribir, de a uno, los mensajes todos de amor; bandera de la lucha por la vida que libran minuto a minuto; y convite para la lluvia nocturna de aplausos que tanta fuerza transmite en hospitales y centros de aislamiento.
Un pedazo de cariño que pueda pintarnos de blanco también el alma. El alma siempre primero. Un pedazo blanco de algo que ─visible allí, a cualquier hora del día─ se torne palabra y combustible para quienes, en nombre de la Medicina, están llevando a muchos ahora ─en sus batas y manos─ el amor desbordado y el abrazo contagioso de pueblo