Siempre acudo a la habitual primera película sabatina de Cubasivión, una de las preferidas por el público noctámbulo de nuestro país, pero como a veces pasa, hay días en los que uno disfruta más con lo propio, pero ese sentimiento suele ser incompatible con la oferta que siempre guarda las propuestas del sábado y otros tantos espacios cinematográficos que suelen priorizar ofertas foráneas a las nacionales.
Escuchar a jóvenes discursar sobre la línea histórica de su superhéroe favorito o discutir sobre quién ganó el Oscar son muestras de un fenómeno que se vuelve común. Cada día aparecen más programas y espacios dispuestos a enarbolar la bandera del audiovisual extranjero que acaban siendo aprobados sin un análisis de impacto en la proyección sociocultural de los consumidores.
Este suceso termina restándole valor al cine cubano en la formación histórico-social de los jóvenes y una clara falta en la protección del patrimonio cultural de la nación. Pero no todo es negro, hay quienes trabajan para no permitir que el cine cubano y el buen cine en general pertenezca solo a los más exigentes cinéfilos y esté al alcance de todo público.
Tomemos, por ejemplo, la Peña 7mo Arte, encargada de promocionar en Guantánamo el cine nacional y extranjero, que decidió proyectar días atrás uno de los filmes más icónicos del cine nacional, Fresa y chocolate, de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, para el reducido grupo de siete personas, muy al contrario de las primeras ediciones del evento, que pienso, sin temor a equivocarme, que eran atraídos por el ambiente del Cafetánamo que por las ofertas fílmicas.
Los asistentes tenían de 16 a 23 años, jóvenes que hoy comienzan a ver el cine de su país, ciertamente no de la calidad de producciones hollywoodenses, como remarcaron en ocasiones, pero ricas en ese contenido histórico que tantos pubertos y no pubertos evitan tocar como asignatura en las instituciones académicas, pero que mediante el uso del audiovisual como recurso didáctico se torna atractivo para el debate.
Y es que el cine también es eso, una forma distinta de ver la historia, un recurso dinámico para jóvenes ávidos de experiencias, pero narrada desde otras perspectivas. Quizás, a medida que uno crece o alcanza un poco de madurez se vuelve rudo con los más inexpertos y olvidamos que un día estuvimos en su lugar.
Algunas instituciones culturales, en lugar de facilitar más espacios para la promoción del arte nacional y local, prefieren arrendar dichas instalaciones para el ejercicio del consumo, con materiales para el disfrute y programaciones debatibles que suelen contraponerse a la política cultural que por ley debe defenderse. Continuando ese camino, todos pierden.
En cuanto a la apreciación artística, soy del criterio que el problema nunca está en las audiencias, tampoco en el artista, sino en la formación que debe existir desde la base, y en eso entra a desempeñar un papel crucial Educación, que no debe esperar por resoluciones o mandatos para utilizar nuevas formas para la educación, en mis tiempos Bertillón 166, Clandestinos y Kangamba funcionaron muy bien.
Dicho sea de paso, el espacio de apreciación cinematográfica 1900 que promueve el cine cubano y guantanamero, a pesar de las distintas dificultades a las que suele enfrentarse, algunas insolubles como los apagones, continúa dando guerra y alimentando la Jornada de Cine Andante, que tributa directamente a las comunidades.
En conclusión, son muchos los problemas que atentan contra la promoción del cine nacional y el cine como arte en general; solventarlos tomaría años, pero un inicio a mi entender, sería el apoyo a las peñas de cine en la ciudad, que con dificultad procuran que no se pierda el arte del celuloide.
Otra alternativa es el apoyo a la reconstrucción de una sala de cine bien estructurada, porque aun cuando se le diga así, el Cine Huambo ya no es un cine y pretender que lo es, solo sería negarnos a nosotros mismos la posibilidad de reavivar una ciudad que antes gozó de muchas salas oscuras, y que, para concebir proyectos basados en esta manifestación, demandan como mínimo, tener una sala de cine en la que proyectar las muestras.
Pero bueno, a este periodista le toca el llamado de atención y dar lo poco que tiene en función del cine cada primer sábado y segundo viernes de cada mes, en la Casa del Joven Creador, ahí se disfruta de un filme cubano un día y otro no, en equilibrio y siempre con nuevas miradas.
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