Mucho antes de hacerse famoso haciendo chistes, Miguel Moreno pensaba que no iba a poder vivir del cuento, aunque de mirarlo nada más, y en especial con el rostro serio, la gente se ríe en su cara.
Hoy tiene 47 años de edad, dos hijos y carreras hechas por partida doble, pero en su etapa de estudiante de preuniversitario, cree que intencionalmente no le avisaron de que se estaban haciendo las pruebas para estudiar actuación, como en aquel momento deseaba, entonces se inclinó por la abogacía, una profesión que también le interesaba y se fue a estudiar a Santiago de Cuba.
En la modesta casa del reparto guantanamero donde vive hace 15 años con su esposa Glenda, trabajadora de la Salud, y Mario Miguel, su hijo menor, estudiante de Secundaria Básica, continuamos un diálogo que pudo comenzar allí, pero en verdad se inició por azar en nuestro encuentro fortuito unas horas antes en una frecuentada esquina, al noroeste de la ciudad, donde lo encontré, cerca de las ocho de la mañana, guapeando una “botella” para llegar al trabajo.
En el trayecto hasta las oficinas del Bufete Colectivo en el centro de la ciudad, no le hice preguntas que no fueran las de mera cortesía, pero suficientes como para saber que tiene dos hijos, que vive en el Consejo Popular Pastorita, que siempre está aquí y no allá (en la Habana), como piensa la gente, que aunque es humorista cuando no está en el escenario de un teatro o frente a las cámaras de la televisión, no lo parece y que el miércoles es su día sagrado.
Se toma muy natural que lo llame Miguelito, a la usanza de sus amigos y familiares. Me dice que me ponga cómoda y que lance la primera pregunta.
Me dijiste que no estudiaste actuación por algo malintencionado, qué sucedió?
Nada, es que en aquel momento convenía que los jóvenes nos incorporáramos a carreras técnicas, pero eso nunca estuvo en mis perspectivas. Me alegro, después de todo, que no me hayan avisado para las pruebas, porque si algo yo quería ser en la vida era abogado y de eso me gradué en la Universidad de Oriente.
¿Con título de Oro?
No. Por lo menos el que me dieron era de papel, a lo mejor para que me ganara el de oro trabajando. Llevo 24 años ejerciendo como abogado aquí en mi provincia.
Y dicen tus compañeros que eres muy competente y que por eso tienes muchos clientes ¿cómo logras que en el tribunal o en el Bufete te tomen en serio, porque desde hace más de 15 años tú eres La Llave, aunque te pongas una toga u ocupes tu lugar como abogado en el tribunal?
El personaje de La Llave ya no puedo, ni quiero, separarlo de mí y me ha abierto muchas puertas, eso es verdad, pero que yo sea humorista, no quiere decir que tenga que estar el día entero haciéndome el gracioso.
Pero además, aunque quisiera no lo puedo hacer porque soy un profesional del Derecho y tengo una responsabilidad muy grande con el pueblo, en especial con la gente que me busca para confiarme asuntos tan complejos como los que atiende el Derecho Civil (regula las relaciones particulares) y Administrativo (las relaciones entre los individuos y los organismos del Estado).
A veces durante los juicios en el Tribunal la gente se ríe por un gesto, una inflexión de la voz o alguna palabra que uso y aunque lo hago intencionalmente para relajar las tensiones o para que me presten más atención, no se me ocurriría hacer un show de un momento en el que se deciden cosas tan serias y dolorosas para las personas como es, por ejemplo, ganar o perder un litigio por una vivienda.
Y qué le aporta el abogado al humorista?
Por una cuestión ética no llevo nunca al espectáculo las situaciones que vivo como abogado, ni mucho menos las cosas que le suceden a mis clientes, tal como son, pero hay situaciones reales que las recreo porque la línea humorística que trabajo es la sátira social y política alimentada de la realidad que me rodea, de lo que le sucede a la gente y cómo piensa.
¿Tú crees en eso de que nadie es profeta en su tierra?
Bueno, a lo mejor eso es una realidad para algunos, pero para mí no, en lo absoluto. Yo viajo a La Habana cumplo invitaciones o compromisos de trabajo que hago y vuelvo al Bufete, al cine Guaso o cualquier otro espacio, a mis espectáculos con el grupo de Ayala, el director de Komotú, del que soy uno de sus integrantes. De esa manera se hizo popular La Llave en todo el país, a través de Deja que yo te cuente, programa del que, por cierto, me mantuve escribiendo su guión durante siete años desde aquí.
También he escrito guiones para espacios estelares de humor en la televisión como Vivir del cuento, y participé en varios programas de Punto G. Todo eso lo hago aquí.
Sin creerme lo máximo ni mucho menos, pero sin irme de Guantánamo tengo dos premios Caricato y somos plaza fija, Komotú y yo, ganando premios Aquelarre, dos de los eventos humorísticos más importantes del país, y aclaro que no tengo nada en contra de los que se van para La Habana, y aprovecho para decir que estuve en ocho estados venezolanos como parte de la Misión Cultura.
Estando en mi tierra pertenezco al Centro Promotor del Humor, que radica en La Habana, pero hasta ahora me siento bien así. Aclaro también que no es por falta de oportunidad porque cuando hice el primer Deja que yo te cuente, me propusieron quedarme. Y para que no queden dudas, aclaro, además, que como oriental también me gusta la capital.
Entonces, ¿cuál es la razón de peso?
Si me voy para La Habana es para dedicarme solo al humor, y no es eso lo que quiero. Me gusta mucho y me siento muy bien trabajando aquí como abogado de un bufete.
Dices que desde 2011 guardas con mucho celo la estatuilla de La Fama, ¿a quién crees que se la otorgaron a La Llave o a Miguel Moreno?
A los dos. Yo me puse muy contento cuando supe que en mi caso el otorgamiento de La Fama era para reconocer la manera en que conjugaba mi labor como abogado y también mi aporte a la ciudad como humorista. Eso me gustó muchísimo porque son dos profesiones que desempeño con dedicación y por igual han contribuido a mi crecimiento como ser humano a mi orgullo de guantanamero.
Te consideras un hombre famoso?
No. Creo que soy un poco conocido y a la gente le da gracia todo lo que hago, lo cual a veces es un poco molesto, ¿sabes?
Por qué?
Hace poco llegué doblado de un dolor al hospital provincial y la gente muerta de la risa me apuntaba y decía: miren a La Llave, miren a La Llave… Y el camillero preguntándome compadre cómo es eso del agua en la cerveza, el chiste aquel…Y yo tenía que disimular porque tampoco me puedo poner pesao con la gente, eso no está bien.