forenses identificacion cadaveres Los siquiatras y sicólogos forenses del Instituto han participado, activamente, en la atención directa a las familias. Foto: Endrys Correa Vaillant

Desde el pasado 18 de mayo cada rincón del Instituto de Medicina Legal tiene un ritmo distinto, ininterrumpido...

Un equipo multidisciplinario de más de 30 especialistas, compuesto por forenses, criminalistas, antropólogos, técnicos, sicólogos… asume la responsabilidad de identificar, en el menor tiempo posible, los 109 cadáveres que fueron recuperados tras la catástrofe aérea del viernes último.

Hasta este momento ya han sido reconocidos 66 cuerpos y las labores, en extremo complejas y rigurosas, continuarán hasta tanto sean identificadas todas las víctimas.

La celeridad que ha mostrado el proceso, el cual podría extenderse hasta un mes, guarda estrecha relación, a juicio del doctor Sergio Rabell Piera, director del Instituto, con la pericia de los especialistas involucrados y la experiencia acumulada.

PARA EL RECONOCIMIENTO, ¿QUÉ HACER?

Ajustados estrictamente a los protocolos establecidos para enfrentar las situaciones de desastre, los especialistas, luego de la tragedia del avión, conformaron varios grupos de trabajo.

El primero de ellos, el de levantamiento, integrado por unos 15 profesionales, acudió de inmediato al lugar de los hechos y en 12 horas, aproximadamente, logró recuperar los 109 cadáveres. La cercanía y la accesibilidad al área del accidente constituyeron aspectos favorables para el desarrollo posterior de las pesquisas.

En diálogo con Granma, varios miembros de este equipo de avanzada subrayaron que el proceso de reconocimiento comenzó justo en el sitio de la catástrofe, pues la ubicación y el estado de los cuerpos, así como las prendas identificadas en ese momento, han aportado informaciones valiosas.

De acuerdo con Alejandro Caral Gutiérrez, especialista en primer grado de Medicina Legal, en el caso específico de este accidente, la aeronave, que casi acababa de despegar con el combustible completo, colisionó contra la tierra, se fragmentó e incendió; de ahí que los cuerpos sufrieran los efectos de la caída y del calor. Del avión, dijo, no quedó prácticamente nada.

El estado de las víctimas, propio de estos sucesos, complejiza y dilata, en opinión de Víctor García González, el proceso de reconocimiento. «Ante esta situación es preciso aplicar diversas técnicas, que incluyen hasta los costosos exámenes de ADN, porque cuando ofrecemos una identidad no existe ni una mínima duda sobre su validez».

Una vez trasladados al Instituto, abundó el doctor Alejandro Caral, inició la clasificación de las pertenencias y el análisis de los cuerpos, a los cuales se les practican técnicas antropológicas para determinar sexo, raza, edad y estatura (tetralogía identificativa), y luego buscar signos particulares.

En los casos más complejos, intervino Dodany Machado Mendoza, uno de los dos antropólogos forenses con que cuenta el país, son empleados procederes especiales...

Paralelamente al quehacer científico, «avanza el trabajo con la familia, eslabón fundamental de todo el andamiaje investigativo, pues cualquier  detalle: un tatuaje, una  fractura, un pelado, una cicatriz… pueden ser determinantes. También se analizan, al decir del doctor Víctor García, el despacho del vuelo, la lista de pasajeros, datos de criminalística… Por último, son cotejadas todas las informaciones, caso a caso, y tienen que coincidir».

Durante el proceso de reconocimiento, acotó, puede aumentar o disminuir el ritmo de las identificaciones, en concordancia con la disponibilidad de evidencias.

EL RETO DE SOBREPONERSE AL DOLOR

Si algo ha distinguido a este accidente es la solidaridad del pueblo que ha hecho suyo el dolor de cada persona marcada por la tragedia; es el acompañamiento sistemático de todas las autoridades políticas y de gobierno.

Ese apoyo a las familias y el nexo directo con ellas también ha beneficiado, en opinión de los especialistas, el trabajo identificativo. «Siempre que se obtiene una evidencia, por mínima que sea, nos comunicamos con los familiares, cuya contribución, en la mayoría de los casos, ha resultado determinante».

En la fluidez de esos vínculos y en el tratamiento personalizado a los dolientes mucho han tenido que ver los siquiatras y sicólogos forenses, integrados al equipo multidisciplinario.

A veces ha sido necesario orientar e informar a las familias, aclararles determinada duda, reconoce Victoria Ribot Reyes, una de las siquiatras del centro; en otras oportunidades se trata solo de escucharlas. Simplemente.

El reto está, a su juicio, «en tomar distancia, en ser profesional para poder ayudar», «el reto está en no echarte a llorar, porque las historias son devastadoras».

En momentos como estos, coincide Alejandro Caral, «toca sobreponernos al dolor para trabajar lo más rápido posible, porque hay muchas familias esperando, y cada minuto acrecienta la angustia…».

Y tiene toda la razón. Porque en medio de tanto desgarramiento, la certeza de tener a los suyos, aun sin vida, puede que traiga, si acaso fuera posible, un poco de paz.

Fuente: Periódico Granma

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