moya san lazarina

Por tradición, el católico San Lázaro (Babalú Ayé, para el panteón sincretizado cubano con el componente africano) junta a seguidores religiosos en la liturgia popular, difusa mezcla cultural que incorpora elementos genéricamente diversos del quehacer humano, venidos juntos desde muy lejos, en tiempo, espacio e imagen.

 

Así, organizar por segunda ocasión la Peregrinación Sanlazarina, esta vez en la edición 19 de la Fiesta a la Guantanamera, ocupó de nuevo al proyecto sociocultural El Patio de Adela, y a más el músico Ramón (Mongo) Gómez Blanco, para movilizar a la gente en un recorrido por el popular barrio de La Loma del Chivo, de esta ciudad.

 

Esta vez, la audiovisualidad de la entusiasta romería, acompañando la imagen del llagado y milagrero personaje con los perros lamedores de las cuitas carnales, se abrillantó con el sonido de la Steel band de El Cobre, de la vecina Santiago de Cuba, de nuevo con la personificación diligente del santo por el artista plástico Ramón Moya Hernández, e, impresionada gratamente, la doctora Jennifer Jones-Kernaham, embajadora en Cuba de Trinidad y Tobago, país caribeño a cuya cultura se dedicó la Fiesta, en atención a los vínculos históricos de la emigración de la antillanía angloparlante con Guantánamo, entre otras personalidades visitantes y autoridades culturales del territorio.

 

Cierto es que el “pollo del arroz con pollo” lo pusieron los tradicionales proyectos de esta culturalmente rica y multicolorida área urbana, al son de tambores percutidos por manos virtuosas, la red de semillas sacudidas sobre el güiro de los chequerés, el campanazo del idiófono azadón golpeado con la lima u otro badajo metálico manual, y los cantos y bailes de la reunida devoción lazarina-babalueyana, en la que, sin duda, se distinguió a la cabeza el trasfigurado Moya acomodado en un triciclo, Hilda y sus Orishas, y la representación local de la Sociedad Yoruba de Cuba, entre otros.

 

Los martillados bidones de metal, inventados para armonizar los sonidos baqueteados de estos idiófonos en las islas del Caribe anglófono, hallaron raíz en El Cobre, y de allí vinieron a sumarse, por primera vez, a esta celebración, para hacer escuchar la conocida Ave María, de Franz Schubert, que, por sus valores musicales, transita feliz tanto en predios litúrgicos como profanos, amigada con melodías criollas y de la más amplia difusión global.

Así, en cucharadas para tomarle el gusto y el grado de elaboración, se cocina permanentemente ese ajiaco, como lo definió el llamado tercer descubridor de Cuba, Fernando Ortiz: la cultura cubana, para el caso la guantanamera, siempre y todavía en sabrosa, bullente y tal vez por porciones aún en proceso.

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