ALBA-11-636x358A esta altura de la vida tengo un par de cosas de las que vanagloriarme con legítimo orgullo, sin sonrojos. Una de ellas es la de ser Miembro de Honor de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), porque me mantiene en perpetua juventud, pulsando el sentir de mis «contemporáneos», inmersa en sus proyectos y sus poéticas. ¿Qué más pedir?

A ratos me llaman para hacer de jurado de admisión, escribir para un boletín, opinar sobre un espectáculo y hasta me invitaron al último Congreso. Lo mejor es que me lo piden con humildad, como si fuera yo la que estuviera haciendo el favor. Y un «favor», así me pide hace unos días Eldys Baratute, el actual presidente: poder dar mi testimonio por los 30 años de la Asociación.

Y claro que acepto. Me preparo, escudriño en mi memoria y estoy ya lista.

Llegada a la AHS.

Fue en el lejano 1983, cuando esta guajira guantanamera regresó a su terruño, luego de un alucinante itinerario de 5 años por las aulas del ISA. En aquel entonces, estudiar Teatrología-dramaturgia, en La Habana, fue para mí un choque cultural tremendo: ir a teatros de verdad, a la cinemateca con sus ciclos de cine de arte, a los conciertos de la Sinfónica cada domingo, a la Biblioteca Nacional... cuando aquí solo teníamos el cine teatro América, una orquesta bailable, un Coro Masculino y, eso sí, un impresionante movimiento de aficionados.

Retorné convencida de que podía ser útil, pero luego del rapto romántico comienzo a sentirme como pez fuera del agua, con largas tardes y noches libres. Siempre he tenido muy buena suerte en eso de encontrar buenos compañeros de sueños, de esos que te ayudan a emprender cualquier camino, por empinado que sea. Y es entonces, cuando me tropiezo con unos locos que armaban una programación en cualquier lugar y hora, cuando no había apenas instituciones destinadas para la socialización de los productos del arte y la cultura.

En plena calle del Boulevard se hacía la tertulia gigante Sábado 6:00 pm, donde tocaban los trovadores, leían los poetas, se anunciaban los eventos. Ahí estaban los muchachos de la Nueva Trova, con Topete a la cabeza, y el Grupo 4 de Agosto, el grupo Frontera; Noel Nicot, Josué Oliva, Mario Zamora y tantos otros.

Había una importante labor de investigación sobre los procesos culturales, la historia local, los artistas, una seria labor de rescate y promoción del patrimonio guantanamero.

Los investigadores también pertenecíamos a la Brigada Hermanos Saíz y en todos los municipios muchos aficionados, sobre todo de danza, conformaban elencos interdisciplinarios, para espectáculos itinerantes que sostenían la programación. Esa era la Brigada Raúl Gómez García. Muchos de esos aficionados, fueron la simiente de la danza profesional en la provincia.

Con estas agrupaciones tan activas es que se conforma luego la AHS. Todos teníamos resultados, cierta obra incipiente, pero sobre todo, compromiso. Éramos vanguardia, más por el ímpetu que por la obra. Sobre las carencias de locales para ensayos y presentaciones, de medios tecnológicos, de preparación académica o especializada, y por encima de grandes incomprensiones y tabúes, armamos un frente único para ser y hacernos visibles.

Cuántas escaramuzas y batallas libramos todos para uno y uno para todos, cuando cualquier funcionario se creía en el derecho —y con la capacidad— de prohibir, censurar, lapidar, cuando apenas era posible iniciar un diálogo pues cualquier disentimiento te hacía sospechoso de «diversionismo ideológico».

Veo a mis artistas de ahora, con sus modas atrevidas, sus tatuajes, sus peinados; esa manera lícita y atrevida de autoafirmación y no puedo olvidar aquel juicio que me hicieron por mi manera de vestir y mi pelo ultracorto...Y la victoria, pues me defendí demostrando que mi imagen era extraída de revistas oficiales: Muchachas, Mujeres, Nueva Línea. Y después, a brindar por el éxito con mi pandilla de locos, con los que también lamenté muchas derrotas e incomprensiones. Por esta libertad había que darlo todo. Y lo dimos todo.

De aquellos momentos, extraño esa complicidad que teníamos entre todas las manifestaciones artísticas: los pintores iban a las tertulias de los poetas, los teatristas a las exposiciones de artes plásticas...Y las grandes y locas ideas y proyectos de unos las apoyábamos todos. Se nos ocurrió hacer un evento sobre Paisajismo en el Yunque de Baracoa, y en el comité organizador estábamos la gente de teatro y literatura.

A ese evento asistieron Zaida del Río, Lázaro Saavedra, todos los artistas plásticos guantanameros y baracoanos... y un montón de trovadores, entre ellos el viejo Cayamba, porque teníamos un gran poder de convocatoria.

Y si bien la economía no era fuerte, tampoco era tan definitoria. La Unión de Jóvenes Comunistas nos apoyaba mucho y era posible conseguir una merienda o un brindis y hasta un hospedaje para asegurar una gran idea feliz de última hora.

La creación de la Casa del Joven Creador

Creo recordar que fue la segunda en el país, después de la de La Habana. Fue un impulso grande para la Asociación. Desde el día que nos asignaron el local nos volcamos a su reconstrucción. Sobre la marcha asignamos la función y diseño de cada espacio, le asignamos un pedacito a cada sueño. Hicimos de albañiles, carpinteros, nos empeñamos en mantener los mosaicos originales, buscamos la historia del inmueble con su dueño original.

En esos momentos, con la poca infraestructura institucional, la Casa del Joven Creador se convirtió en el centro de la vida cultural guantanamera, con una programación de lunes a lunes: exposiciones, tertulias, representaciones teatrales, performance, conciertos. Además de los eventos, entre ellos la Jornada de la Canción Política 4 de Agosto, que se fortaleció a tal punto que se ha convertido en el evento más antiguo de la AHS en todo el país.

La Casa fue, es, nuestro cuartel general. En los momentos fundacionales acogió los más disímiles proyectos y los hizo posibles. También reforzó ese espíritu integrador de todas las manifestaciones.

Allí se celebraron desde espectáculos del Festival de Tríos Cantares de América hasta presentaciones de libros, entre ellos una plaquette, hecha a mano, a la que llamamos «Lauros», con una selección de poesía de todos los poetas de la Asociación. Durante varios veranos impartimos talleres de historia y apreciación de las artes para público general, que tuvo mucha demanda.

Si alguna palabra me sirve para definir a la Casa es ebullición, o experimento, o locura imprescindible. Tuve la suerte de dirigirla durante un buen tiempo. Mi hijo pasó sus primeros años allí, entre ensayos, reuniones, presentaciones. Creo que por eso se contagió para siempre con el arte.

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De la generación fundadora

Muchos ya no están, se apartaron del camino. Pero somos más los que quedamos. Y creo que seguimos siendo beligerantes, transgresores, comprometidos, sobre todo con la cultura, para que suceda, para que se expanda. Y en eso la generación nuestra se conecta con la actual. Estoy orgullosa del ejecutivo de hoy porque, como en aquel entonces, representan, respaldan e impulsan a los jóvenes creadores, a veces desde un discurso balbuceante o una poética «provisional», pero es que todos pasamos por ahí.

Nuestra relación con el sistema institucional era diferente porque estaba muy centralizado: una Dirección Provincial de Cultura, con un departamento de arte que atendía a todos los artistas profesionalizados y uno similar para el movimiento de aficionados. En una sola reunión podías resolver muchos asuntos y negociabas a través de una sola persona. Luego ese sistema institucional se desarrolló, se crearon centros y consejos especializados por manifestaciones y objetivos, cada uno con estilos de trabajo e intenciones disímiles, como disímiles han sido las relaciones con sus creadores y con la Asociación.

Por eso en todos estos años, la AHS ha estado en una orilla u otra, a contracorriente, acompañando de cerca o de lejos y hasta como francotiradores. Claro, también ha dependido del liderazgo de la propia Asociación. Pero ahora estamos en un buen momento, acompañando desde la praxis y con pensamiento. Defendiendo realmente los principios de una bien asimilada Política Cultural.

No todas las etapas han sido así. Hubo «líderes» que discriminaron, apartaron, olvidaron, a muchos de los fundadores, por ejemplo, aunque estamos en activo, nos negaron el mérito de la Medalla por el XX Aniversario. Cuando hacíamos lo que hicimos; por supuesto, que no pensábamos en medallas ni estímulos y claro que duele, que cualquiera se abrogue el derecho a evaluar una trayectoria, basado en... nada. No se trata del ego, sino de la historia que se olvida o menosprecia.

Por suerte las aguas volvieron a su cauce y con los «olvidados» se han tenido muchos gestos de desagravio. Por eso estoy cada vez más comprometida con esta generación que ha apostado por la salvaguarda de la obra y la historia de estos 30 años.

Nosotros los de entonces tenemos edad hasta para ser los padres de los de ahora. A los hijos se les quiere y se les enseña el camino. Luego, cada cual responde por sus pasos. (Versión de un artículo publicado en el Portal del Arte Joven Cubano)

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