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Ir hasta el sitio histórico conmueve, estremece, impresiona. Estar en Playita de Cajobabo, dialogar con el mar y presenciar las enormes rocas y farallones que le perdonaron la vida a nuestro José Martí aquella noche del 11 de abril de 1895, cuando desembarcó por esta zona guantanamera, es muestra de cuánto necesitamos beber de la sabia histórica.

Para cualquier cubano, es un privilegio caminar por la playa, subir lomas... conocer de aquella travesía nocturna, con el mar embravecido, donde el delegado del Partido Revolucionario Cubano acompañado del Mayor General Máximo Gómez y los generales Francisco Borrego y Angel Guerra, el coronel Marcos del Rosario y el capitán César Salas, vieron partirse el timón del bote.
Llegaba José Martí a Cuba para incorporarse a la guerra iniciada el 24 de febrero de 1895. No pensaba en otra cosa que no fuera luchar por la independencia de su país. Tampoco imaginaba que este sitio, se convertiría años después, en un pedazo de tierra sagrado para la Patria.
Al contrario de lo que le había sucedido a la expedición de Flor Crombet y los hermanos Antonio y José Maceo, quienes tuvieron que combatir tras el desembarco días antes por Baracoa, José Martí y Máximo Gómez, no desafiaron mayores dificultades para entrar en Cuba sin ser descubiertos.
El día se tornaba pesado, el mar estaba negro como la noche y las olas se elevaban furiosas chocando contra los farallones, esos farallones testigos del paso del Maestro por tierra guantanamera. Y junto a la costa, las luces. Hay que ceñirse los revólveres, dijo Martí. No sabían con certeza quiénes estaban allí. Luego supieron que eran pescadores y les dieron la mano.
Al desembarcar Gómez besa la arena y Marcos del Rosario, uno de los tripulantes de aquel bote junto a Martí y Gómez, recorrió el lugar años más tarde, el 23 de abril de 1922, e identificó el sitio específico en el que se levantaría un monumento en 1947. Así pisaron tierra cubana, tierra guantanamera.
A 120 años del arribo de José Martí y Máximo Gómez por Playitas de Cajobabo, recordamos este hecho histórico con la enseñanza de que jamás se puede eludir el deber de luchar por la Revolución y defenderla hasta sus últimas consecuencias. Por ello, hoy el delegado del Partido revolucionario Cubano, se convertido en un referente indispensable para encontrar los caminos que nos permitan salvar a la humanidad y a la naturaleza.
Hasta el Monumento erigido en Playita de Cajobabo llegan hoy las nuevas generaciones para beber de las fuentes de la historia. Y resulta curioso que todavía en aquel silencio, solo roto por el sonido de las olas del mar, aún sentimos la presencia del hombre sincero de donde crece la palma.

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