agua abastecimientoLa escasez de precipitaciones, agravada por la influencia del fenómeno meteorológico de La Niña, profundizó los efectos de la sequía que sufre la provincia desde hace varios años. Una mujer se acerca y pregunta, alto, “para cuándo será eso”, mientras señala la zanja que, desde hace más o menos una semana, se mantiene abierta para completar la primera de las interconexiones de la conductora Bano Sur con las redes internas de la ciudad, justo en la intersección de 9 Norte y 4 Oeste.

La variante operacional, me aclara Alexey Aranda Bonne, director de Inversiones de la Delegación provincial de Recursos Hidráulicos, de hecho, está operativa desde el sábado, y algunos vecinos de las zonas altas de la ciudad -urbe más afectada por la sequía entre las del país- ya sienten los efectos.

“Es un agua que viene desde el río, por medio del bombeo de Bano Abajo… Allí se obtienen 265 litros por segundo (l/s), y una parte de esta la llevamos a las partes más altas de la ciudad con la conductora, y de ahí la repartimos”, precisa.

Falta, de los compromisos urgentes, terminar la interconexión de 1 Norte y 5 Oeste -que se dice simple, pero implica el montaje de una conductora desde esa dirección hasta cuartel y 1 Norte- retrasada ante la aparición de un cable de fibra óptica, y el paso por dos calles de gran tránsito.

También, de acuerdo con lo pactado a mediados de la semana pasada con Antonio Rodríguez Rodríguez, presidente del Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH), esta semana debe iniciar la construcción de una conductora de 9,5 kilómetros para llevar el agua de Jaibo hasta el rebombeo Bano.

Todas estas acciones, aclaró Rodríguez Rodríguez en reunión reciente, “deben ejecutarse en tiempo récord y para ello, están disponibles los recursos humanos y materiales”.

En la calle

A mediados de esta semana, aunque con ciertas mejorías en algunas zonas, la parte de la ciudad que se abastece desde el Acueducto Guaso recibe 650 l/s de agua de mil 200 l/s en tiempos regulares y el ciclo oficial de abasto todavía es de nueve días, aunque eventualmente se reduce.

El agua simplemente no alcanza. No sube. Viene y va. En algunas cuadras sí y en otras no. Las opiniones -a diferencia del cielo- llueven: en un pueblo que lidia a diario con escaseces, hay un consenso casi general de que, cualquier cosa puede faltar en una casa, menos el líquido preciado.

Y falta, en las presas, en primer lugar. Según un parte reciente de la empresa de Aprovechamiento Hidráulico, la Faustino Pérez -hasta ahora el embalse con mayor peso dentro del esquema de abasto a la urbe- almacena poco más de 6 millones de metros cúbicos, de los cuales solo dos son aprovechables.

Por tanto, también escasea en las calles. Pedro Antonio Sánchez Falcón, hace unos días, aseguraba que en su barrio de 4 Oeste entre 2 y 3 Norte, enero había transcurrido prácticamente sin agua. “En año nuevo llegó unas dos horas, sin fuerza para llegar a la cisterna, y cuando regresó habían pasado más de tres semanas”.

Allí, aseguran varios vecinos, llegó una pipa en algún momento de las horas de mayor seca, “y cogieron dos o tres vecinos, hasta que el chofer nos dijo que se había acabado el agua. Lo vi raro, pero si él lo dijo…”, agrega Yusimí Magramé.

agua abastecimiento2La primera de las interconexiones de la conductora Bano Sur, en 9 Norte y 4 Oeste, está operativa desde el sábado, y la población de las zonas altas del norte y el centro ya se benefician de ella, a pesar de que todavía se realizan ajustes y deben fundirse dos registros en sendas válvulas antes de sellar la vía.

En Paseo entre 1 y 2 Oeste, Damián Martínez y Rosa Elvira Pérez cuentan más días sin servicio que los nueve del ciclo establecido por Acueducto y Alcantarillados. Pregunto por las pipas que, según las autoridades locales, deben llegar a los barrios en cuanto no se cumple el ciclo de entrega. “¿Aquí? Qué va, periodista. Yo pagué tanques de agua a un particular a 100 pesos… Eso sí”.

Para Daliannis Lazo el problema es otro. A su casa, en 8 Norte entre 3 y 4 Oeste, llega el vital líquido cada nueve días, “pero siempre de noche, y muchas veces sin fuerza, así que tengo que cargarla hasta donde vivo, en un segundo nivel”.

Muy cerca de allí, María Martínez plantea otra realidad: “Sí, la recibo en tiempo, pero no alcanza porque no tengo tanques suficientes, así que cuando llega, la aprovecho y guardo lo que puedo. Pero a los tres días, ya estoy seca”.

Un vistazo a Manuel Tames

Con este, van tres viajes. El hombre pone un porrón tras otro, llena la carretilla, se va, y regresa con los vacíos al Pocito, como llama la gente al chorro de agua salvador que mana, por medio de una facilidad creada por la Empresa municipal de Acueducto, en el corazón del poblado de Manuel Tames.

Ese municipio es el más afectado por la sequía en la provincia, con la capital municipal como epicentro. “Tres de las cinco fuentes del asentamiento están secas, tanto, que el agua para las pipas se busca en El Corojo y la presa La Clotilde”, resume Abelardo Durand Almeida, director municipal de Acueducto.

La población afectada por la intensa sequía, dice, es de 8 mil 176 habitantes, la mayoría habitantes del poblado y otros que, a raíz de la depresión de sus fuentes de abasto, tienen que ser servidos por carros cisternas, como El Sigual, La Rosa de San Carlos y Pozo Azul.

El ciclo allí es de 23 días para la distribución por las redes. “Ahora mismo, el agua la traemos de Caña Victoria, aunque con la escasez de lluvia, de 50 l/s que podría dar, solo podemos bombear tres”.

Para quienes se abastecen por medio de pipas, la espera es de hasta 22 días. “Nos afecta el mal estado técnico de los equipos -de seis trabajan, uno y dos al día-, y las dificultades con el combustible, y eso a veces hace que aumenten los días”.

Las inversiones para paliar la seca existen: al menos cinco rehabilitaciones de redes para reducir pérdidas, la instalación de una nueva conductora para abastecer al poblado de Manuel Tames, la recuperación de las fuentes de Caña Victoria y Los Plátanos… “Pero sigue sin haber agua”, sentencia el directivo.

Así las cosas, la gente hace lo que puede. Enoelia Fernández, por ejemplo, aprovecha su cercanía a la empresa tamense para acarrear agua desde una pipa parada por combustible. “Esto es duro, pero si no quiere llover, imagínese”, acota.

En una de las zonas más altas del poblado, Mayra Guibert asegura que a su barrio llegan las pipas para un punto de acceso (tanque de uso público) cercano, pero la que viene por tubería es muy turbia. “Deberían tratarla, está fea”.

Quienes pueden, y no se pueden dar el lujo de esperar van al Pocito por un agua “que no es potable para beber”, advierte Durand Almeida, pero igual ha sido la salvación de mucha gente.

Juan Francisco Guerra es uno de ellos. “Cada día vengo de El Mentol, y busco agua en la volanta para la familia. Si no fuera por el Pocito…”, dice mientras termina de llenar sus envases: “Y tuve suerte, aquí se arman unas colas…”.

agua abastecimiento3En Manuel Tames, donde los ciclos de abasto son de 23 días, el agua del Pocito es una solución salvadora. Juan Francisco, del barrio de El Mentol, es testigo de ello.

Agua y control

A mediados de esta semana, precisa a Venceremos el titular de Inversiones de la Delegación de Recursos Hidráulicos, se reportaban afectados por la depresión total o parcial de 29 fuentes de abasto a causa de la sequía, 139 mil 800 guantanameros distribuidos en siete de nuestros 10 municipios.

“Hay que verlo como un proceso: la sequía por varios años, por un lado, y las inversiones para mitigar sus efectos, por el otro. En 2020, de un plan superior a los 80 millones de pesos, el 90 por ciento se dedicó a esto”, explica el directivo.

Carlos Martínez Turro, coordinador de Programas y Objetivos del Gobierno, entrevistado en una de las reuniones del grupo de enfrentamiento a la sequía del municipio de Guantánamo, es categórico al respecto:

“Esas inversiones han permitido que ante la depresión de Faustino Pérez, podamos tener agua de Jaibo, por medio del canal Camarones y bombas que instalamos en 2014, y del río Bano, por ejemplo”.

No son las últimas acciones. Además de las que corresponden a la rama hidráulica, incluido el puesto de mando diario que evalúa el abasto de cada circuito, las necesidades de pipas…, hay otras relacionadas con el control de los grandes consumidores y con inversiones a corto, mediano y largo plazo.

Como un hecho, Martínez Turro mencionó el inicio “de la producción de tanques de cemento de producción local, de 700 y mil 400 litros, como alternativa ante la insuficiente producción nacional”.

“Pero, mientras tenemos poca agua -y habla ahora Maryoris Rubio Bonome, delegada de Recursos Hidráulicos- tenemos que ser disciplinados para cumplir los ciclos, operar bien el acueducto y controlar la entrega de agua en pipas, tanto las nuestras como las de otros sectores de la economía”.

Control y planificación, a fin de cuentas, a falta de agua.

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