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A pesar de las alternativas para reducir los atrasos en la venta de pan de la canasta básica, la Industria Alimentaria debía la semana pasada más de 60 mil unidades del alimento, sobre todo a consumidores de los municipios de Guantánamo, Baracoa y El Salvador.

Albis Hernández Díaz, directora de la empresa en la provincia, reconoció que no fueron suficientes las estrategias de concentrar las producciones de las 165 unidades del territorio en las 65 con grupos electrógenos y las tres, de la ciudad capital, ubicadas en circuitos priorizados, para estabilizar la distribución.

 

La falta o baja disponibilidad de diésel para los grupos electrógenos, debido a la ausencia del carburante en los servicentros es causa fundamental de los atrasos en las dos últimas semanas, sumado a los altos índices de consumo de algunos equipos, que requieren hasta 10 litros por hora de electricidad.

 

Además incide la lejanía entre las unidades que procesan y comercializan el pan, lo que ha llevado a la empresa a recuperar los hornos de leña donde sea posible así como la elaboración manual en las panaderías con menor cantidad de clientes.

 

Mientras, sobre la calidad del pan pesan el tipo de harina disponible, con granos menos finos y cargada de afrecho o cascarilla del trigo, y el uso de levadura nacional con bajo poder de fermentación, componentes que afectan el sabor y el color del pan y, además, ralentizan el proceso de producción.

 

Los cortes eléctricos también conspiran en contra pues si las masas en reposo tardan mucho en hornearse pueden resultar en panes ácidos o que no crecen, un aspecto que sí podría modificarse si se realiza una evaluación sensorial y se reelaboran las mezclas.

 

Ante esta realidad, que en su mayor parte no depende de las instancias provinciales, Hernández Díaz insistió en la importancia de centrarse en el chequeo de la calidad y los procesos productivos de manera específica e informar a la población.

 

Tampoco es posible elaborar otras producciones derivadas de la harina pues la disponible se destina exclusivamente al pan de la canasta básica, el consumo social y la producción de unas cinco toneladas de galletas saladas al mes para comunidades alejadas donde es imposible distribuir el “pan nuestro de cada día”.

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