Educar es una tarea que implica más que el deseo de trabajar, dosis de amor, conocimiento y vocación. El maestro se puede formar en las mejor de las academias, pero si no siente pasión por lo que hace, jamás llega a la cúspide de su profesión, esa que va desde el propio saber adquirido con los años, hasta la impronta viva que llega a la sociedad.

Dedicada cada año a formar a los mejores profesionales, la Escuela Pedagógica de Guantánamo trabaja por que sus más de mil 200 matriculados sean garantía segura para la salud y futuro de la enseñanza en la provincia.  Por ello, cada día sus educandos se sienten más comprometidos y orgullosos de haber escogido ser profesores.

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Dailén Martínez Muñoz, estudiante de primer año de la enseñanza Preescolar, 15 años de edad: Educar no es fácil, requiere de mucho control y capacidad”

Escogí esta carrera en primera opción, porque me gusta el nivel de comunicación que logra y exige con la sociedad. Mis padres, en Palenque de Yateras, cuando supieron lo que quería, me apoyaron y me dijeron que, sobre todo, debía estudiar para ser de las mejores.

 

Al inicio pasé un poco de trabajo, porque no conocía a casi nadie, pero el claustro docente y mis compañeros me hicieron sentir muy a gusto. Con las primeras clases me enamoré de la especialidad, sobre todo, del Programa Educa a tu hijo, porque permite trabajar en conjunto con la comunidad por el desempeño de los infantes.

 

Me gustó preescolar, en ese nivel es donde se forma al niño con los primeros modales, se les enseña hábitos de cortesía, a relacionarse con sus compañeros, en fin, a prepararlos como personas de bien.

 

Sé que esta labor no es tarea fácil, aunque tampoco es difícil, lo que sí requiere de cierto control, y mucha capacidad de discernimiento. Hay que saber de todo porque los niños son muy curiosos, y como buena maestra una debe responder.

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Raidel Gamboa Delgado, 4to año de Educación Primaria, 18 años de edad: “Siempre supe que quería ser maestro”

 

Siempre supe que quería ser maestro, desde que recibí mis primeras lecciones en una escuelita multigrado de Imías. La instructora Neya, de sexto grado, fue quien me inculcó con total seguridad el gusto por dar clases. Así que al concluir la Secundaria, marqué el magisterio como primera opción.

 

Ya en Guantánamo, para estudiar tuve tiempos muy difíciles, porque toda mi vida había estado con mis padres y mis hermanos, y cuando llegué al Pre Pedagógico José Maceo, era el único varón de mi municipio. Pensé, hasta en dejar la carrera, pero mis padres no lo permitieron y tampoco mis compañeros de dormitorio, ni los profesores, por ellos seguí y aquí estoy en cuarto año.

 

Como profesor, mis mejores momentos fueron las prácticas, porque acá siempre nos dejan un centenar de actividades para que aprendamos todas las cosas útiles a la profesión. Recuerdo que mis primeras fueron en la escuelita 2 de Diciembre, donde tuvimos que escoger un alumno para caracterizarlo y me tocó Michel, el más hiperactivo, pero con el que, de entrada, me entendí.

 

Entonces lo ayudé a hacer los ejercicios, evacué sus dudas, le aconsejé que atendiera las clases para que aprendiera y logré antes de irme, un cambio en su actitud que todos reconocieron. Como cosa del destino, en segundo año lo vi varias veces de camino al otro centro donde me correspondieron las prácticas y él siempre se paraba y me saludaba con un abrazo.

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Jurialdis Portuondo Matos, primer año de Educación Especial, 15 años de edad: “Me siento devota de esta formación”

 

Desde que entré a séptimo grado decidí que quería ser maestra, así siempre lo dije a mis padres y docentes allá en la secundaria Mártires de la Gloria, en Cayamo, municipio de Caimanera. Y fui la única de mi escuela que obtuvo directamente su matrícula en la Instrucción Especial.

 

Escogí esta enseñanza porque siento que esos niños requieren una ayuda más particular, de más responsabilidad y porque el mero hecho de que aún teniendo esas dificultades, para aprender o hacer las cosas normales de la vida, se atrevan a estudiar y graduarse. Eso despierta en mí la mayor admiración y dedicación.

Yo me siento devota a este tipo de formación.

 

No niego que cuando vi lo complicado del trabajo y la cantidad de discapacidades con las que se debe lidiar, desde ciegos, mudos, niños con retardo en el aprendizaje, entre otras, tuve algo de temor, porque ahí no hay cabida al desconocimiento o la duda. Pero con el tiempo, eso me hizo más fuerte, sé que me falta mucho por aprender, pero definitivamente esto me gusta.

 

Yo creo que educar, de todas las labores, es la más importante, porque nosotros preparamos a cualquiera, sentamos las bases de la formación de los recursos humanos del  país en cualquier especialidad y para cualquier responsabilidad. Somos la base de la pirámide profesional, y por eso uno siempre está contento de planificar sus clases, conversar con los alumnos, etc. porque en todo momento la imagen y la enseñanza del profesor están presentes.

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