dia padresFoto: Lorenzo Crespo Silveira

Hay papás de todos los colores. Cálidos, intensos, enérgicos como el rojo. Otros azules, capaces de devolvernos la paz y encontrar la palabra precisa; calmar pesadillas, compartir desvelos, brindar sosiego…

Los hay verde esperanza, equilibrados, alentadores, que dicen sí se puede, todo tiempo por venir será mejor.

Hay papás blancos, negros y grises, multicolores, de todos los tonos, matices, y cromas, en diferentes grados de saturación y textura.

Hay papás gordos, flacos, bajitos, altos, peludos, calvos, jóvenes, viejos, castaños, rubios, jefes y soldados… Se parecen a la vida, que está llena de cambios. Y, por si acaso, siempre están ahí, quizás porque saben que los necesitaremos, quizás porque en su mente siempre seremos niños.

Existen papás sobreprotectores, o sencillamente consagrados al cuidado de los hijos. Forman a los varones a su imagen y semejanza, y no llegan a entender –aunque lo intentan- cómo funciona la mente de las niñas.

Esos son los que despeinan cuando peinan, no saben de moda, confunden los pares de medias, planchan sin rigor la ropa, alborotan la cocina para preparar solo un desayuno. Para ellos el valor funcional de las cosas es más importante que su estética.

Estos papás cultivan todavía la inventiva propia de los tiempos de carencia, saben improvisar fogones, remendar electrodomésticos, arreglar tuberías, extender la vida útil de los equipos…

Hay papás que siempre están para guiarnos al amanecer, leen cuentos a la noche y cambian sus finales para que siempre sean felices. A algunos los vemos poco, porque trabajan mucho.

Hay papás que cometieron errores, y barrotes de hierro los separan de sus seres queridos.

También están los que no comparten la sangre de los hijos, papás que llegaron después de haber nacido.

Hay papás que viven con otras mamás, aunque los hijos a veces no entendemos los divorcios.

Muchos papás están lejos. Algunos ayudando a otros pueblos, no pocos obligados por la economía, que a veces exige sacrificios… Pero la tecnología los vuelve papás 2.0, por Imo y Facebook, y los hace partícipes a través de la pantalla de algún dispositivo. Esos transgreden las barreras del tiempo y el espacio, para estar desde allá al corriente de todo.

Hay papás que partieron a Angola, y no regresaron.

Son comunes los papás fuertes, que parecen inamovibles e inexpresivos hasta que nos enfermamos; y entonces comprendemos que saben hacer sopa, lavar, acomodar la casa… pero lo más importante, son capaces de dejarlo todo para atendernos.

También podemos encontrarlos multioficios, capaces de reunir muchas personas en una, de llevar a la vez el timón de la bicicleta, el niño en brazos, el pesado bolso de imprescindibles utensilios preparado por mamá…

Hay papás atletas, que andan a velocidades increíbles y rompen records. Saltan, corren, nadan: todo es posible si contribuye al juego.

Muchos papás, en realidad, se parecen al ajedrez, esos también valen mucho. Tienen inteligencia y planeación estratégica. Otros prefieren la adrenalina popular del béisbol y por supuesto, los hay también de la era del fútbol.

Están los papás minimalistas y barrocos, pintores paisajistas del dibujo obligado: una escuela, la bandera, un árbol, un sol, el cielo. Valoramos su gran un esfuerzo por compartir el arte que llevan dentro –ahora recuerdo al mío y su repertorio único de Globos Rojos.  

Hay papás serenos y comprensivos, exaltados, organizados –algunos no tanto- silenciosos, sencillos, pomposos, altisonantes.

En potencia contamos con unos cuantos, que esperan ansiosos la llegada de sus bebés. Esos, pronto serán papás.

Y están, por supuesto, los abuelos, que peinan canas y enseñan desde la experiencia que solo dan los años. Para mucho esos son los mejores.

A todos mil gracias.

Nosotros, los hijos, los queremos.

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar

feed-image RSS