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La jarana popular le sirve como aderezo, alguna mercancía o servicio es su plato fuerte y por instrumento, necesita tan solo una potente voz. Lo llaman pregón y a estas alturas, más que un anuncio, es parte de la tradición cultural cubana.

Quizás vio la luz en algún imperio antiguo para comunicar asuntos políticos, o en la algarabía de añejas plazas públicas, como único recurso de comerciantes y artistas para llamar la atención. Praeco fue el vocablo latino utilizado entonces para denominarlos; pregoneros, les decimos siglos después.

En Guantánamo germinaron, como en toda Cuba, con el auge económico de las villas fundadas por los colonizadores europeos y el crecimiento del comercio. Pero no tardó mucho para que se cocinaran “a la criolla”, convirtiéndose en “símbolo del imaginario popular, con cierto sentido mágico y riqueza metafórica”, según el intelectual Miguel Barnet.

Más de quinientos años han pasado y aun, los pregoneros animan con sus cantos las calles cubanas. Tras un largo periodo en que se le veía poco, estas composiciones vuelven a la escena junto a la actividad cuentapropista para, en tiempos de publicidad, tecnologías de la información y medios de comunicación, colarse por las rendijas de las casas anunciando todo tipo de productos.

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Lamentablemente algunos pregoneros han perdido la creatividad. ¡Mantecaíto! ¡Ambientador!, se oyen vociferar a todas horas.

Otros enumeran rapidísimo listas enteras de productos como ¡Aguja de mano, aguja de máquina, hilo, junta de olla, maquinilla!... Están también los que ofrecen información básica como ¡Se venden cuarenta palillos plásticos por diez pesos!; divulgan servicios ¡se reparan colchones! o aquellos que incluyen criterios de selectividad: ¡Se compran pomos de perfumes de marca! o ¡Se compra cualquier pedacito de oro!

Esos también son válidos, por cuanto cumplen una función social, pero no animan el oído ni alegran el corazón, como antaño. Les falta armonía, poesía, esas características del pregón cubano que alguna vez inspiraron canciones como Frutas del Caney, de Félix B. Caignet, y El manisero, de Moises Simons, interpretados por grandes artistas como Rita Montaner, Bola de Nieve o Celia Cruz…

Según el periodista Ciro Bianchi, tan significativo fue el pregón para los cubanos, que varias veces se ha valorado declararlo reliquia folclórica.

Los avezados en el tema le atribuyen cualidades como la musicalidad, teatralidad, picardía, el doble sentido y elementos pintorescos, todos contenidos en enunciados breves y repetitivos, capaces de recordarse con facilidad.

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Los mayores de casa dan fe de ello. De hecho, suelen peinar canas los voceros de rimas curiosas que nos invitan a escuchar. Cada vez son los menos, es cierto, pero la tradición está viva todavía. ¿Qué tal si retomamos lo mejor de ayer para componer el pregón de hoy? Lo importante es que no muera, ni los ensombrezca la vulgaridad.

Bien pudieran los pregoneros actuales ir pensando algunas rimas. Cortas –como siempre- artísticas, populares, pegajosas, capaces de trasmitir en pocas palabras un mensaje, pero a las cuales no falte originalidad y elegancia.

Vea El Manisero, interpretado por Rita Montaner:

https://www.youtube.com/watch?v=3xTh_9Un5fE

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