josue floro salvador

Josué, Floro y Salvador, son tres nombres que hasta podrían resultar común, sin embargo, en la historia de Cuba, simbolizan el estoicismo de una generación que no se amedrentó ante las balas y en el primer frente de batalla cayó para dotar de inmortalidad la obra revolucionaria

 

Una bomba, fue la señal y el vínculo que unió más allá de la muerte a los jóvenes: Josué País, Floro Bistel y Salvador Pascual. Con anterioridad se preparaban para una acción armada junto al Movimiento 26 de Julio, en la ciudad de Santiago de Cuba. El objetivo: sabotear el acto electoral batistiano del domingo 30 de junio de 1957.

 

El reloj marcaba las cuatro y cuarto de la tarde y los muchachos apenas podían aguantar escuchar por la radio el desarrollo del mitin. Sin embargo, la explosión que daría la señal para su salida no se produjo como se había planificado. Invadidos por la impaciencia los combatientes decidieron actuar.

 

Otro comando integrado por el hoy general Joa­quín Quintas Solá y Fernando Tarradel, tomó igual decisión y ocupó un vehículo. En la esquina de Tercera y General Camacho, tres esbirros batistianos intentarían cerrarles el paso, ahí mismo perecerían, a manos de los firmes revolucionarios.

 

Entretanto en la esquina de San Jerónimo y Corona, Josué País, Floro Bistel y Salvador Pascual tomaron otro auto para ir a casa de Gloria de los Ángeles Montes de Oca (Angelita), para sacar, envueltas en una sobrecama floreada, una escopeta recortada para Floro y la pistola P-38 de Josué.

 

Con Salvador al volante, Josué delante y Floro con las tres hijas de Angelita en el asiento trasero, el auto anduvo por Carnicería hacia el Paseo de Martí. Al llegar a San Antonio, Josué, decidió despedirse de las muchachas, y ellas se negaron a toda costa, querían seguir hasta el final.

 

Josué, enérgico, las conminó: “Tienen que bajarse aquí, nosotros no tenemos parque suficiente y vamos a hacer un recorrido por Martí solamente”, y ordenó que se bajaran del auto.

 

Rodaba el vehículo por Martí, ya sin las muchachas, cuando fue detectado por un carro patrullero y… rápidamente se generalizó la balacera.

 

Un proyectil impactó uno de los neumáticos. El auto comenzó a zigzaguear y se estrelló contra un almacén de madera. En vano intentarían Salvador y Floro salir del carro, un ráfaga cegó sus vida instantáneamente. Josué sí pudo y cara a cara arremetió contra al enemigo, hasta caer herido en el pavimento.

 

Según testimonios del farmacéutico Elio Castro y su padre, ese día Josué hasta el último momento de ser capturado, dio pelea, “levantó la cabeza..., con los ojos muy abiertos, como para que se supiera que él había quedado vivo”.

 

Angelita Montes de Oca, quien identificó en el hospital el cadáver de Josué, afirmaría años después: “Tenía heridas en ambos hombros. Su brazo derecho presentaba muchos impactos de bala. Pero lo que más me impresionó fue un tiro que le habían dado en la sien. Sin dudas, lo habían rematado”.

 

Fidel, Che y los miembros del Ejército Rebelde al conocer del deceso del héroe le enviaron a Frank País García, su hermano y jefe de la clandestinidad por aquellos días, una carta. En ella se expresaba:

“Si el destino nos lo permite, juntos iremos un día a su tumba, para decirle a él (Josué) y a toda esa legión de Niños Héroes que hemos cumplido con la primera parte de esta lucha y que con la misma entereza y espíritu de sacrificio, nos disponemos a culminar la obra de nuestra generación y teniéndoles a ellos como fiscales supremos de nuestros actos futuros”.

 

Hoy nuevamente 30 de junio, vuelven a la memoria aquellos hechos, llenos de heroísmo y muestra de la crueldad batistiana. Mas pareciera como si esos jóvenes nunca hubiesen muerto. Su historia los revive entre la gente, que la cuenta y recuerda ayer y hoy…

 

ASalvador Pascual, popular entre las muchachas. Alegre, siempre halagando a sus compañeras. Bailador, incluso llegó a ganar concursos de baile en Santiago de cuba y en el roofgarden del hotel Casagranda, le hacían coro al danzar.

 

A Floro Bistel, apasionado del béisbol y el boxeo, cuentan que tenía tremenda derecha aunque solo pesaba 140 libras, y que como tercera base era muy buen fildeador. Noble de corazón, tanto que más de una vez se metió en bronca porque no soportaba ver abusar de los más pequeños.

 

Y a Josué País, todo emoción, impulsivo al actuar, sagaz, profundo de pensamiento, como un José Maceo del siglo XX.

 

Ellos quienes dejaron de asistir a fiestas y bailes porque tenían una cita más importante, que renunciaron a la vida sin riesgos por la libertad de la Patria, ellos, héroes de todos los tiempos, son indiscutiblemente inolvidables.

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