beba federada

Sin tiempo para las muñecas creció Isabel Esther Molina, ex combatiente y fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), pues desde pequeña solo conoció el trabajo duro para poder, junto a su madre y hermano, pagar los tratamientos médicos de su padre, quien padecía de afecciones pulmonares.

Ella, además de las penurias también tuvo que sobreponerse -con menos de diez años- a la discriminación de vecinos y familiares, “como era muy humilde mis parientes maternos nos miraban mal, y en el barrio los niños no jugaban conmigo, por miedo a que les contagiara con la enfermedad de mi papá, quien falleció cuando cumplí los trece”, recuerda afligida a los 80 años, amargos momentos de su infancia.

Para sosegar el infortunio y salir adelante, Esther se dedicó a zurcir ropas, además de impartir clases de costura, “enseñé sastrería a dos jóvenes de la zona, a quienes le cobraba un medio mensual, mientras mi hermano vendía turrones o lavaba botellas en una bodega”, relata cómo subsistió la familia horadamente antes del 59.

“Esa fue una etapa dura”, dice, “algunas muchachas desesperadas por la miseria utilizaban su cuerpo para sobrevivir, ¡sabes a lo que me refiero!, a mi casa iban a hacerse vestidos para verse hermosas cuando llegaran los norteamericanos, que muchas veces insatisfechos las maltrataban”, cuenta.

Esa vivencia, asegura, fue imposible olvidarla, “por tanto cuando tuve la oportunidad de contribuir a cambiar esa realidad lo hice, y no temblé para apoyar al naciente proceso revolucionario. Hice uniformes, brazaletes y guardé armamentos en la casa, además de trasladar y vender bonos”, rememora orgullosa de sus acciones a favor de los rebeldes.

“Conseguí trabajo por un año en la base naval, y de allí, sacaba a escondidas en mi saya alimentos y medicamentos para los revolucionarios ubicados en Madre Vieja. Recuerdo que cuando salíamos de la instalación estaban los esbirros y con los fusiles nos revisaban y ofendían, pura provocaciones para descubrir quien estaba contra ellos”, recuenta y agrega, que en las gomas de los carros conseguían también sacar armas.

A pesar del peligro que significaban esas maniobras, “no me acobardé todo lo contrario, me involucré aún más con los revolucionarios”, precisa satisfecha mientras agradece el triunfo de Fidel Castro, “la vida de muchos cambió, y principalmente la de las mujeres”.

El trabajo en la Federación de Mujeres Cubanas

Con 20 años, Esther, junto a un grupo de compañeras se dedicaron a sumar muchachas a la FMC, “cuando surgió la organización a principios de la década del 60, la prioridad era que las féminas estuvieran integradas, y conocieran de la organización que las representaría”, explica esta señora de corto pelo y agradable voz.

Cuenta que la tarea para congregarlas fue difícil, sobre todo en la zona rural, pues “algunas se rehusaban por desconocimiento, otras se dejaban manipular por los esposos, quienes muchas veces sacaban machetes para intimidarnos y teníamos que salir corriendo”, comenta mientras sostiene en sus delicadas manos dos medallas 23 de agosto.

El sacrificio y la persuasión, asegura, fueron los mejores aliados de las federadas de aquel entonces, “cuando menos se lo pensaban esos violentos señores, ya estábamos sentadas en las salas de sus casas convenciendo a las esposas de integrarse”, expresa risueña.

“No le temíamos al trabajo, cumplíamos cualquier labor que indicaba nuestro Comandante o la compañera Vilma Espín. Lo mismo cortábamos caña, que confeccionábamos ropas y juguetes para los niños de los círculos”, recuenta algunas de las actividades que realizó en los primeros años de la Federación.

También por orientación de la FMC se desempeñó como trabajadora social, perteneció a la comisión de vigilancia, a la Comisión Municipal de Evacuación, y a la Brigada de apoyo del Ministerio del Interior, entre otras.

En la casa

A mi único nieto, Eric Áereas Beatón, lo enseñé desde pequeño a cumplir con los deberes del hogar, le inculqué que la mujer no es la esclava de la casa, por ello siempre está pendiente a lo que hace falta, incluso apoya con los preparativos de algunas actividades de la organización”, cuenta agradecida.

Aunque está accidentada hace dos años de la columna y la cadera, dice, que ni los dolores la detienen cuando de la FMC se trata, “tomo mis calmantes y voy a las reuniones, a recoger la cotización, a preparar encuentros con las jóvenes o cualquier tarea que esté pendiente.

En lo que va de año, Esther ha realizado seis crecimientos, y destaca que en estos momentos lo fundamental es el trabajo con las jóvenes, “siempre convoco a la juventud a que participe en las actividades, ahora preparo a una de ellas para que ocupe cargos.

“Las muchachas están desmotivadas, pero hago lo posible por entusiasmarlas. Desde hace un tiempo realizo en el bloque pre-crecimientos, y estimulo utilizando iniciativas a las estudiantes más destacadas.

“Muchas veces no hay materiales para hacer una gran fiesta el 23 de agosto, y la gente entonces quiere dejar pasar por alto la fecha, pero yo insisto y con humildad realizamos algo”, comenta mientras añade que las mujeres deben tomar conciencia de la importancia de la FMC, que abrigó a las generaciones que les antecedieron.

“Hay quienes dicen que hasta cuando voy a estar en la caminata, que entregue el cargo y descanse los años que me quedan, pero hago caso omiso, pues solo descansaré el día que no pueda dar un paso”, concluye optimista la actual secretaria del bloque 30, en el Reparto Caribe de la ciudad de Guantánamo.

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