Cubahora almendrón

Han pasado 15 años y Arturo no olvida aquel día. Cursaba el último año en la universidad, con un proyecto de vida bien definido y alguien detrás de un timón cambió todos sus planes.

Vehículo de transportación masiva, exceso de pasaje y fina llovizna conspiraron para transformar en segundos a un joven de 22 años, en paciente con fracturas de clavícula, cráneo y amputación del brazo derecho.

“Todo fue muy rápido, el camión salió de la carretera, dio varias vueltas y en algún momento perdí el conocimiento, aún me estremece hablar del accidente” dice con voz entrecortada.

“Agradezco estar vivo, pero no perdono a ese chofer que me puso en este estado, todo por creerse un estelar y poner el pie en el acelerador cuando sabía que la autopista estaba mojada y en mal estado. Por su culpa mi familia sufrió mucho, y yo estoy incapacitado”, agrega.

Historias como la de Arturo, se han repetido en los últimos años, de manera alarmante. Así ocurrió a inicios de este año, cuando el 10 de enero un accidente masivo en la Loma de la Herradura, a 25 kilómetros de Guantánamo ocasionó la muerte de siete personas y 33 lesionados.

Más allá de las estadísticas, y sin verlas como frías cifras, cada víctima fatal representó a alguien que dejó hijos, nietos, madres, padres, abuelos, amigos... una vida perdida.

También persisten otros daños incalculables: el sufrimiento y la angustia de quienes pierden un ser querido, o quienes quedan lesionados. Ellos conocen que las sanciones y multas no arrancan el dolor de la ausencia, de la invalidez, pues bien saben que estos lamentables sucesos son prevenibles.

Estadísticas de la Comisión provincial de Seguridad Vial, apuntan entre los principales factores de estas tragedias: el exceso de velocidad, la desatención al control y dirección del vehículo; infracciones de peatones, entre otras incidencias que denotan la baja percepción de riesgo y alta irresponsabilidad de quienes circulan por la vía. Todo ello incide en que los accidentes sean la quinta causa de muerte en Cuba, condicionada en primer lugar, por el actuar humano.

Es cierto que ningún chofer desea estar involucrado en esos hechos, pero ¿cuántos toman las medidas para evitarlo? El exceso de confianza, basados en la experiencia y habilidad detrás del timón, no son suficientes para lidiar con los imprevistos en la vía, ya sean desperfectos técnicos, violaciones de peatones, de pasajeros y vehículos.

Para garantizar la seguridad en las carreteras, de acuerdo con información ofrecida por la Comisión provincial de Seguridad Vial, en el Alto Oriente se trabaja en el reordenamiento del transporte de pasajeros, el control en los puntos de embarque y terminales de ómnibus, antes de que el conductor inicie viaje. Cada acción involucra a las fuerzas de la policía y el cuerpo de inspectores.

También se rediseñan y fortalecen los sistemas de vigilancia y patrullaje en los tramos de vías más vulnerables, con el empleo combinado de fuerzas y medios de tránsito, así como el apoyo de otras fuerzas del Sistema de Policía y mejoras en la señalización vial.

Asimismo, como los tramos hacia Yateras y Baracoa son los de más alta frecuencia de accidentes con consecuencias masivas, se realizó la corrección y ampliación de los paseos, para aumentar la zona de seguridad en caso de que los vehículos deban salir de la senda ante cualquier situación.

Si bien las autoridades han fortalecido las medidas de prevención y enfrentamiento a las indisciplinas que generan accidentalidad, resta mucho por hacer en cuanto a la concientización personal, la precaución y responsabilidad.

Es cierto que por las calles guantanameras rueda un parque vehicular envejecido, que la infraestructura vial no está en el mejor estado; pero evitemos sumar a estas condiciones objetivas la dosis de descuido que acompaña a quienes andan por las calles.

La vida tiene valor infinito, es deber de todos preservarla; de conductores, pasajeros y peatones, depende que niños, mujeres, hombres, ancianos, y jóvenes lleguen seguros a sus destinos.

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