aedes albopictus

En “cubano” hay una frase que define muy bien la falta de percepción de riesgo: “jugar con candela”. Eso hacemos cuando desoímos los llamados preventivos en torno al Aedes aegypt (africano) y su más cercano pariente, albopictus, también conocido como el tigre (asiático) y… por manso no será.

Cuentan que por los días críticos del período especial arribó como polizonte al puerto de La Habana y desde allí comenzó a volar hacia el Estehasta “encontrar ciudadanía”, por estos tiempos, en los municipios de San Antonio del Sur e Imías, en la provincia del extremo oriente antillano.

La alianza es temible, ¡Candela!, diríase en buen cubano: en ellos puede correr, de uno a otro, de Usted a Mi, dengue, fiebre amarilla o vómito negro, chicungunya o zika, este último identificado en varias ocasiones por las autoridades de salud como “autóctono”, es decir, no importado, virus que vive en la Isla y puede propagarse si no le cortamos las alas al zancudo.

Eliminar al hemófago es poco menos que imposible por su versatilidad e innata “preparación” para preservar la especie. Neutralizarlo, está probado, es muy difícil con el ejército de la campaña, con millones de dólares, con toneladas de insecticidas, combustibles, cientos de horas de pesquisas, tecnología de todo tipo y primer mundista.

Pero relativamente fácil con la cooperación comunitaria, de hogar, de la familia, la misma expuesta a morir por las complicaciones del dengue que puede ser hemorrágico o dejar secuelas como la hepatitis; o padecer los terribles dolores del chicungunya, o lo que es peor, cargar en la conciencia para siempre la responsabilidad por el retraso o anomalía física del bebé de la familia, o del vecino, porque en la gestación mamá enfermó de zika y el feto sufrió microcefalia.

Basta cumplir con elementales normas higiénico-sanitarias y no jugar con aquella candela que devora. Percepción de riesgo se traduce entonces en limpiar los entornos sin permitir acumulación de agua expuesta a la reproducción del vector, tapar los recipientes, tanques y practicar el autofocal que, junto al adecuado uso del abate impide la macabra danza larvarias en los estanques. Así de fácil, sin erogar un quilo.

Cuba en su entorno tropical está “cundido” de dengue y lo acuna desde adentro; el chincungunya no le es ajeno, y el zika la amenaza en serio y además de la declarada autoctonía, 42 países del área geográfica, huérfanos de programas de enfrentamiento al virus y su propagador, tienen la pandemia.

Más lejos, en África, existe la fiebre amarilla o vómito negro, otra amenaza por la existencia de la colaboración humanitaria de una Isla donde vuelan los Aedes, pero se cuenta con la alta percepción de riesgo de las autoridades sanitarias y gubernamentales, programas de prevención y enfrentamiento y voluntad político para preservar la salud del pueblo.

“Cultura médica” sobre el dengue, como muestran las estadísticas, posee la población a fuerza de padecerlo aunque persiste en la pereza frente al mosquito que con su trompa (probóscide) perfora la piel y si encuentra un enfermo puede contaminarse de esta otra temible enfermedad que en el 84 por ciento de los casos cursa sin fiebre, pero siempre combina conjuntivitis con rash cutáneo (urticaria). Si tienes “ojos rojos y piel que pica… eso es zika”, dice un sabio estribillo.

Con mayo cerró en la provincia, de manera exitosa la Operación Salud, pero el descuido y las negligencias abren puertas a los Aedes, que zumban fuerte, por ejemplo, en el norte y sur de la ciudad de Guantánamo; mientras el concepto sostenibilidad se diluye entre problemas que mucho tienen que ver con la irresponsabilidad del hombre.

Hagamos baratas, desde las viviendas, las sumamente caras acciones del estado para combatir sin éxito sostenible la cruzada contra los mosquitos, dípteros que hay que mirar con horror porque llevan el luto y las malformaciones congénitas al seno familiar, con terribles golpes a quienes más queremos y debemos proteger: los ancianos y niños de la casa.

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