guantanamero en el CongoParte de los guantanameros que combatieron junto al Che en el Congo.Saludos, abrazos, risas, la pregunta por la familia y la salud comenzaron a ser los temas iniciales, unido al recuento de viejas anécdotas. Así, bajo una intensa lluvia, se fue llenando el salón que reunió a hombres de piel negra, humildes, sencillos, valientes; era como si volvieran a vivir aquella tarde el recuerdo de sus vidas.

La solemnidad del encuentro enmudeció a los invitados, cediendo a la armonía de aquellos hombres que hace 52 años eran jóvenes cargados de sueños y ansias de vivir, de poca preparación cultural, pero con un corazón sensible y firmes convicciones revolucionarias, para de forma anónima dar el inolvidable paso de cumplir la primera misión internacionalista cubana en el África subsahariana.

El auditorio, ávido por adentrase en el complejo escenario del Congo Belga tras la amena narración de sus protagonistas, se reagrupó para escuchar mejor y evadir el ruido entorpecedor de la lluvia que arreciaba; paulatinamente afloraron los recuerdos de cómo fueron seleccionados, de la incondicionalidad demostrada, de la rigurosa preparación, de la disciplina impuesta por el hoy General de Brigada Rafael Moracén, uno de los jefes de la Columna 2 Patricio Lumumba, que operó en el Congo Brazzaville, en el año 1965, a la que pertenecieron 21 guantanameros.

En respuesta a la pregunta de ¿quiénes integraron la Columna 1, la que combatió en El Congo Leopolville? Francisco Megret (Yolibo) y Nicolás Sayú Savón (Danhusi) respondieron con inmediatez, a una sola voz y en posición firme: “éramos tres, ¡pero falta Arnaldo Domínguez!”, a quien una repentina enfermedad lo separó físicamente del grupo hace pocos años. Una pausa abrupta, tras un profundo respiro les permite continuar, entonces rememoran la participación en la emboscada de Front de Force y Ketanga, acciones de envergadura en la que perdió la vida el joven combatiente Mayeta.

La nostalgia y la alegría se entremezclaron en ellos con activismo renovado, eran dueños de un pasado, que desafiando la distancia en el tiempo conmovía por la fuerza de las convicciones de aquellos ébanos, y obligaba al auditorio a ser cómplice de los relatos.

Algo nos reconfortó todo el tiempo -recuerda Aris López (Friol)-: la preocupación del Comandante Fidel Castro por la tropa, a través de sus visitas al campamento, y la alerta clara: “muchos pueden morir, pero quedará su ejemplo, el enemigo no puede descubrir su origen…”

De cómo fue el viaje, de las misiones cumplidas, detalles de la asesoría al Movimiento de Liberación Nacional del Congo y Cabinda, de la frustración de un golpe de Estado en Brazzaville, de la Operación Macaco, del Che y su ejemplo de estoicismo en la experiencia africana, del doloroso recuerdo de los caídos, de estos y otros temas dialogaron los guerrilleros en la Casa de la Historia, con un grupo de jóvenes del territorio.

El intercambio fluyó sin interrupciones. Los pasajes épicos se sucedieron sin vacíos en la locución. Bernardo Trimiño (Antuán) rememora que el grupo subió más de una vez al Pico Turquino y que después se trasladaron a Pinar del Río y practicaron con diferentes armamentos. “Es en esa provincia donde Fidel nos explica las características de la misión y sus riesgos. Allí escuchamos, por primera vez, hablar de un lugar llamado Congo”.

El Comandante en Jefe dio la posibilidad de rechazar la misión, por cualquier motivo -rememora Braulio Riveaux- pero nadie se rajó, todavía no sabíamos que combatiríamos bajo las órdenes del Che.

Durante más de tres siglos, ser negro en Cuba había significado discriminación, avasallamiento y olvido, condiciones solamente superadas por la Revolución. Para estos guantanameros, y el resto de la guerrilla, ser negro constituyó un requisito indispensable en la selección del grupo de combatientes que cumplieron la secreta misión.

Por ello cuando a Sayú Savón le dicen negro se siente orgulloso de la pigmentación de su piel, porque entre tantos valerosos combatientes del Ejército Rebelde y de la clandestinidad, tuvo el privilegio de ser elegido y cumplir la misión asignada, durante ocho meses, bajo las órdenes directas del más consagrado de los guerrilleros, el Che.

“Fui elegido por el propio Che como su escolta en plena selva del Congo, no me separé del Guerrillero Heroico hasta finalizar la misión, incluso regresamos juntos a la Patria. Participamos en varias acciones, él siempre quería estar en los lugares de mayor riesgo, predicar con el ejemplo, sin embargo teníamos que cuidarlo, era la cabeza, el líder indiscutible, hasta los congoleses se arrodillaban a su paso, pues lo consideraban un Dios”, relata el ex guerrillero y amplía:

¡Arriesgamos la vida juntos! El Che era un hombre excepcional que todos los días nos daba lecciones; capaz de llorar por la pérdida de un compañero, y de no desmayar ante las enfermedades y lo difícil, en extremo, de aquellas circunstancias.

che guevara congo 580x426El Che en el Congo.

En diciembre de 1965 los integrantes de la Columna 1 regresaron a Cuba porque la misión se frustra por diferentes causas, las que fueron analizadas posteriormente por el Che. Ya en suelo patrio los combatientes son recibidos por Fidel, quien los exhorta a estudiar, pues la mayoría tenía solo segundo o tercer grados.

Los de la Columna 2, comandada por Jorge Risquet permanecieron en El Congo Brazzaville, durante dos años, involucrados en diversas acciones, en apoyo al Movimiento de Liberación Nacional Africano.

“Nos dieron 15 días de vacaciones -recuerda Orlando Danger- y luego enfrentamos nuevas tareas, siempre al lado de la Revolución, dispuestos a servirles hasta las últimas consecuencias”.

Los compañeros del Che en la heroica misión recibieron la orden de Fidel de permanecer en el anonimato, y de no hablar jamás de aquella misión.

“Durante nuestra ausencia -acota Guillermo Durruthy- los familiares recibían noticias de nosotros, por cartas que escribíamos como si estuviéramos en la Unión Soviética, y no fue hasta 1985 cuando se dio a conocer el secreto en una reunión con el General de Ejército Raúl Castro. Entonces en la casa, en el CDR y en el centro de trabajo supieron quiénes éramos y hoy seguimos aquí, con el mayor orgullo del mundo, guardando bien adentro los recuerdos de aquella noble causa”.

Chofer, trabajador agrícola, custodio, obrero de una fábrica, trabajador civil de las FAR, entre otros, son los modestos puestos que ocuparon ulteriormente estos hombres que, en su mayoría, están jubilados y rebasan los 70 años de edad.

Todos son miembros de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, y de las organizaciones sociopolíticas guantanameras; padres ejemplares, abnegados revolucionarios, combatientes siempre. Como resumía su actual jefe territorial, Aris López: “Quien baje la guardia hoy y no se sienta guerrillero, nunca lo fue”.

Los combatientes internacionalistas han recibido, a lo largo de la historia, el reconocimiento de su pueblo, pero de estos guerrilleros que mantuvieron oculta la misión durante 20 años, de estos héroes que caminan entre nosotros convertidos en instrumentos del deber, todavía tenemos mucho de que hablar, porque son una muestra fehaciente de lo que dijera Fidel: “(…) hombres con ciertos valores que se han ido creando, son capaces del heroísmo, incluso de un tipo de heroísmo que yo admiro mucho, el heroísmo silencioso, el heroísmo anónimo, la virtud silenciosa, la virtud anónima”.

Che

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