imias gtmoDa gusto andar por municipios como Imías, donde es palpable la obra de la Revolución.

Primero de Enero, sesenta años después. Si fuera de noche la “culpa” recaería sobre las luciérnagas. Más, el Astro Rey prueba la inocencia de esos inofensivos animalitos. Debe ser otra la causa del centelleo discontinuo que, proveniente del lomerío, llama la atención de quienes otean el entorno desde el mirador de Alto de Cotilla.

Son destellos lumínicos provocados por el Sol sobre los paneles fotovoltaicos de la escuelita, erigida en el entronque de La Farola y la carretera que conduce a Vega del Jobo, Imías.

Salas de video y alguna que otra antena satelital receptora de señales televisivas, junto a los paneles que atrapan la luz solar en la mayoría de los 21 consultorios, el museo y las 53 escuelas (47 primarias, cuatro secundarias y una de enseñanza especial) completan el formidable concierto de historia, naturaleza y realizaciones incrustadas en las serranías imienses, como un elemento más del paisaje.

 

Con cifras tan elocuentes no hace falta explicar la ecuación que redujo a CERO el analfabetismo endémico de la pseudorrepública, un mal que padecían más de la mitad de los guantanameros a principios de 1959. Desde entonces el número de instituciones de educación y salud erigidas por el Estado cubano en Imías cuadruplican el total de las existentes hace seis décadas en la provincia, que ahora cuenta con más de 720 escuelas de todas las enseñanzas, y 605 centros de salud pública, entre consultorios, policlínicos, hospitales e instituciones especializadas.

 

Que no existan iletrados en Guantánamo, que en sesenta años la mortalidad infantil haya descendido de 42 a niveles ínfimos, y que en ese mismo período la expectativa de vida avanzara de 62 a más de 78 años, tampoco es casual.  

Imposible silenciar la trascendencia de tales guarismos: palpitan en toda Cuba de extremo a extremo, sin reparar en sitios agrestes como las sierras de Imías, Yateras y Baracoa (por citar algunos ejemplos) en las que sobrevivir era casi un milagro, antes de ser rescatadas del latifundio, como parte de las 15 mil caballerías de tierra que la Primera Ley de Reforma Agraria puso en manos de sus legítimos dueños, en el territorio.

El lomerío imiense se empina hasta más de mil 200 metros sobre el nivel del mar en algunas de sus vertientes; pero su apariencia es mayor: Martí, Gómez , Ciro Frías, Flor Crombet, los hermanos Maceo y los hombres del Segundo Frente Oriental Frank País transitaron por ellas y le han legado otra altura. Esas montañas son monumentos.

Da gusto andar por allí. Cuando el Sol impacta los paneles fotovoltaicos de un consultorio, una vivienda o una escuela rural, el Primero de Enero destella su luz.

Escribir un comentario


Código de seguridad
Refescar

feed-image RSS