Para aprender de memoria las tablas de cálculos matemáticos y participar en su primer concurso, a los cuatro años de edad Ranulfo Manuel Martínez González dejaba juegos y paseos.
Escarbando conocimientos en libros de variados temas -“como una polilla de biblioteca”- transcurrió la infancia de uno de los primeros ochos graduados de Geriatría en el país, y único de Guantánamo, en 1984.
Nació con diabetes congénita; ello planteó a su padre Ranulfo Enrique Martínez Acosta (abogado) y su madre, Mercedes Josefa González Toledano (“una mujer especial, austera y sencilla”), la exigente crianza superior a la deparada a su hermana, Maria Antonia, una persona completamente sana.
“Me inculcaron disciplina y rigor, y a pesar de estar enfermo recibía los castigos más fuertes, ellos entendían que así yo aprendería a subsistir”, cuenta este señor de mediana estatura, blanca cabellera, expresivo de palabras, y con más de medio siglo de vida.
“Mi madre al recibir las felicitaciones de los maestros por las calificaciones de sus hijos, solo manifestaba que cumplíamos con nuestro único encargo: estudiar, pues decía que si éramos buenos estudiantes en el futuro seríamos excelentes profesionales”, recuerda orgulloso.
Martínez González, nacido en Guantánamo el 6 de mayo de 1960, tuvo un prominente trayecto escolar, además de mostrar gran dominio de las ciencias, principalmente en Matemática con su participación en concursos nacionales e internacionales, demostró aptitudes hacia el magisterio.
“Al ausentarse algún educador al aula enseguida los estudiantes más aventajados impartíamos las asignaturas que tocaban. En ese tiempo ingresé a una brigada pedagógica que crearon en la provincia para incentivar a los alumnos a estudiar magisterio, por la escasez de profesores que había”, comenta.
Dadas las circunstancias y su devota vocación por el conocimiento, los más allegados a Ranulfo Manuel, pensaron que él sería todo un profesor de las ciencias obviando que, junto a esta afición, también convergía una aún más fuerte: la medicina.
La carrera precisa
Por años -nuestro especialista- dedicó la mayoría de sus vacaciones al habitual chequeo médico que le realizaban en el Instituto de Endocrinología y Enfermedades Metabólicas de La Habana, “las veces que ingresé allí -con menos de 10 años- lo hice junto a pacientes de 60 y 80, con quienes me relacionaba hasta que dejaba el hospital.
“Algo similar sucedió cuando me trasladaron al primer centro de atención al diabético que abrieron en el país, ahí, el más cercano a mi edad pasaba de los 20 años”, expone una de las experiencias que lo convidó por la Geriatría.
Cuenta que cuando llegaba el Día de los Reyes Magos era obligatorio que sus padres le regalaran un juego de médico, “estar rodeado de tantos galenos y enfermeras despertó en mí un gusto por la medicina, y fue entonces que al llegar al preuniversitario solicité la carrera, la cual estudié en Santiago de Cuba, resume satisfecho.
Graduado como médico regresa a Guantánamo hacer el internado, y al tiempo se dirige a La Habana a realizar la especialidad de Geriatría, aunque confiesa quería ser Endocrinólogo, para estudiar profundamente su enfermedad basado en la idea de vivir más años, pues ama la vida.
“Me decidí por la Geriatría porque siempre me gustó la clínica, y para mí esta especialidad es la más clínica de todas. Por ejemplo, un joven debuta con una enfermedad X y solo es eso, mientras que en un adulto mayor la enfermedad es la misma, pero concomita con otros padecimientos que debemos imbricar para tratarlo, todo el abordaje es clínico y no quirúrgico, por lo que hay que ofrecer respuestas y tratamientos, y eso es difícil”, explica efusivo.
El galeno rotó por varios centros hospitalarios de la urbe hasta que en 2006 lo peritan para la jubilación, por amputación de uno de sus pies. Desde entonces consulta en su casa, integrada al Sistema Nacional de Salud, y supervisada por las direcciones municipal y provincial de este sector.
“Llevo consultando en mi casa más de 10 años y todo comenzó cuando el policlínico centro -donde laboraba- lo someten a reparación y mudan todas las consultas. A mí me mandaron para el hospital, pero como había problema con el transporte -era período especial- y se les hacía difícil a los ancianos llegar hasta allá, solicité entonces rotar por los otros policlínicos, además de las diferentes casa de abuelos de la ciudad.
“Al reabrir el policlínico centro, ya estaba amputado de un pie, pero hacía mis consultas, hasta que finalmente decido y me autoriza Salud Pública a ejercer desde la casa”, reseña este médico, quien a pesar de sus limitaciones atiende unos 10 mil casos cada año.
Su casa: centro de enseñanzas
Además de sus habituales pacientes, el Doctor, también recibe en su sala a estudiantes de la Universidad de Ciencias Médicas, y de la Universidad del Adulto Mayor.
“Fui profesor de un aula de alumnos de la tercera edad aquí, en mi hogar, porque habían pocos locales con condiciones para que ellos se reunieran, aunque desde hace un tiempo hemos perdido el contacto.
“Aquí también tengo un aula universitaria y una consulta docente. En este semestre rotarán unos 200 estudiantes de medicina y estomatología”, precisa este catedrático, nombrado por la Universidad de La Habana experto en Farmacología en cuanto al tratamiento de personas ancianas.
“Como no puedo llegar hasta las aulas de Ciencias Médicas por las barreras arquitectónicas –existentes en varios centros y calles de la ciudad- los alumnos y graduados de diferentes especialidades de psicología, enfermería, y otras asisten aquí, a recibir algunos de sus contenidos.
“Imparto diferentes tipos de posgrado: regulares de geriatría, propedéutica clínica, fisiopatología, anatomía patológica, laboratorio clínico y farmacología, entre otras, además de varios cursos electivos, que luego son examinados por tribunales mediante pruebas teóricas y/o prácticas”, explica este avezado galeno con más de 30 años en la profesión.
Hasta la fecha tiene más de 35 posgrados impartidos al personal médico y más de 40 al paramédico. También de conjunto con los profesores del HospitalUniversitario "General CalixtoGarcía”, de la Habana prepara un curso nacional de Farmacoepidemiología y Geriatría, además del estudio sobre los riesgos farmacoepidemiológicos de las diferentes familias medicamentosas con la que cuenta el país, en estos momentos.
“El sistema de salud se perfecciona y las nuevas tecnologías inciden -con Internet se actualiza más la bibliografía médica-, y comparado con otras épocas ahora se es más exigente con la preparación. Hay una metodología de examen que obliga realmente al individuo a estudiar, a superarse. El profesor debe enseñarles a trabajar a sus estudiantes, además de inculcarles el amor y la responsabilidad hacia sus pacientes”, agrega.
Entre proyectos y estudiantes González Martínez también encuentra tiempo para sus longevos pacientes y su auto superación. Él, con un personal de seis auxiliares todos jubilados comienza las consultas a las siete de la mañana y no se detiene hasta que atiende el último caso.
Tras el secreto de la longevidad
“Mis pacientes que pasan el siglo de vida han sido la mayoría trabajadores del campo hasta una edad bien avanzada. En el caso de las mujeres las que más duran tienen alrededor de 12 y 15 hijos, y nunca menos de dos.
“Cuando buscas las razones por la que subsisten tanto, o sea el denominador común, te das cuenta que siempre está el trabajo rudo con pérdida energética. Podemos percibir que la laboriosidad en el individuo tiene mucho que ver con su calidad de vida y su longevidad satisfactoria”, explica lo que pudiera ser la fórmula para llegar a la centuria.
La esperanza de vida en Cuba está aumentando por el mejoramiento de la salud pública, de las investigaciones, además de la disminución de las infecciones, “por tanto hay que enseñarles a los jóvenes a envejecer, porque que esta es una etapa obligatoria de la vida.
La sensibilidad del hombre está en el alma
Aunque la Geriatría es una especialidad muy joven ha prosperado mucho y asegura Martínez González no arrepentirse de haberla estudiado, “a ella dedico más de 12 horas al día, lo que me ha permitido conocer mejor a las personas con las que interactúo.
“En ocasiones mis consultas van más allá de un recetario, sirven para aliviar el alma, muchos de mis pacientes llegan deprimidos por diferentes causas, y yo los escucho y les ofrezco frases de consuelo, consejos.
“La medicina también me ha enseñado que la curación del hombre está en parte en su alma y en la capacidad que tenga de auxiliar aunque sea con una sonrisa a alguien que la viene buscando en ti, y yo tengo la oportunidad de hacer eso”, expone con semblante satisfecho.
Asegura que cuando sale a la calle hay personas que lo reconocen y le piden de favor que atienda algún enfermo, “como ando en mi silla de rueda de baterías, que pesa mucho, no puedo subir hasta la casa del paciente, entonces me acerco al contén y ahí mismo consulto”, relata una de sus tantas anécdotas.
Sin dudas le gusta aprovechar el tiempo y se instruye de todo aquello que le permita al hombre vivir mejor, “me gusta la cocina, siempre busco nuevas recetas para hacer dulces y pasteles que luego comparto con mis parientes, a quienes cada año les preparo sus fiestas de cumpleaños.
Lo esencial es sentirse útil y no cederle espacio a la depresión, “me encantan los animales con los cuales tengo una estrecha conexión, ellos son mi compañía cuando llega la noche. Tengo dos perros pastores: Fido, de nueve años y Betsa, de cuatro meses.
“También dos gatos siameses, Helen de 14 años y su hijo Ichi, que nació ciego, pero es muy útil para mí. Él, por el olor que segrega mi adrenalina sabe cuando me está bajando la azúcar, y entonces hace todo lo posible por alertarme: me toca con su patica y si no respondo comienza a maullar alto y a raspar la puerta del cuarto”, concluye este médico, quien asegura que solo cesará de trabajar cuando Dios así lo determine.
Comentarios
Lo recuerdo desde pequeño, con su diabetes y sus espejuelos de mucho aumento, esperando a perder la vista!
Pero una persona brillante, estudiosa, disciplinada!
Un abrazo desde Puerto Rico.
Coralia
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